En pie. Justo en el centro de la más histórica oscuridad,
Cora trataba de encontrar el verso que pudiera salvarnos...
Sus ojos no podían distinguir casi nada con la suficiente claridad.
En el cielo hay estrellas. Si no fuera por ellas, como dice el poeta,
la noche se nos echaría encima. Tal vez ...
¡Madre alcánzame una estrella, alcánzame
una estrella para jugar con ella!
Sus pensamientos fueron de súbito interrumpidos
por la voz quejosa del niño que se acercó a sus pies.
Pasando suavemente su mano por el cabello rubio,
miró al niño desde su más profunda ternura.
No hijo mío, eso no puede ser.
Si arrancamos una lucecita de su lugar,
un pedazo de oscuridad caerá sobre la Tierra ...
¿Por qué, madre, si yo sólo quiero que me alcances
aquella estrella pequeñita?
¡Pequeño corazón inquieto, ven junto a mí!
Tomó al niño en sus brazos, lo miró de frente con el más dulce amor.
Permanecieron unos instantes amándose eternamente.
¡Madre...! Mira mi amor, escúchame. Yo sé el cuento de las estrellas.
Antes, hace demasiado tiempo ya para imaginarlo,
este no era un cuento ni una leyenda. Era sencillamente la verdad.
La más clara, la más pura. La más inmutable.
Hoy también es la verdad...
Pero sucede que es una verdad tan lejana y alta
que tenemos que llamarla "cuento" para así continuar viviendo.
Un cuento que todos sabemos y que nunca contamos.
Un cuento aprendido en sueños y siempre callado.
Sólo alguna madre lo cuenta a sus hijos.
Por ello aún vive y se respira en el aire...
En la Tierra hubo una vez en la que no se conocía la oscuridad.
Una vez. El cielo estaba tan poblado de estrellas
que no había hueco posible para noche.
Cada persona tenía una estrella.
Mejor, cada persona era una estrella.
La luz de ésta era la proyección de la luz de la persona.
Y ese reflejo vivía allá, a la vista de todos.
Por eso no había sombras.
Más tarde, hubo algunos hombres que quisieron gozar
en soledad de la luz que su estrella repartía en el cielo.
Quisieron tener su estrella propia.
Olvidaban que si uno tiene la estrella para sí y la posee,
deja de ser estrella, ya no es de nadie.
Las estrellas son del cielo o no son.
Pero poco importó esto a estos seres, ¿sabes?
Por eso dicen los sabios que cada día hay menos estrellas.