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General: LA PIEDRA MOVEDIZA DE TANDIL...
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Resposta  Missatge 1 de 2 del tema 
De: ♥ SuaveQuel ♥  (Missatge original) Enviat: 08/10/2012 03:39

 

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LA PIEDRA MOVEDIZA DE TANDIL

 

 

 

En el principio de los tiempos. El Sol y la Luna eran marido y mujer:

dos dioses gigantes, tan buenos y generosos como enormes eran.

El Sol era el dueño de todo el calor y la fuerza del mundo;

tanto era su poder que de sólo extender los brazos la tierra se

inundaba de luz y de sus dedos prodigiosos brotaba el calor a raudales.

Era el dueño absoluto de la vida y de la muerte.

Ella, la Luna, era blanca y hermosa.

Dueña de la sabiduría y el silencio; de la paz y la dulzura.

Ante su presencia todo se aquietaba.

Andando por la tierra crearon la llanura inmensa extensión

que cubrieron de pastos y de flores para hacerla más bella.

Y la llanura era una lisa alfombra verde por donde los dioses paseaban

con blandos pasos. Luego crearon las lagunas donde el Sol y la Luna

se bañaban después de sus largos paseos. 

Pero los dioses se cansaron de estar solos: y poblaron de peces

 las aguas de otros animales la tierra.

 ¡Qué felices se sentían de verlos saltar y correr por sus dominios!

 Satisfechos de su obra decidieron regresar al cielo.

Entonces fue cuando pensaron que alguien debía cuidar

esos preciosos campos: y crearon a sus hijos, los hombres.

Ahora ya podían regresar. 

Muy tristes se pusieron los hombres cuando supieron que sus amados

 padres los dejarían.  

 

Entonces el Sol les dijo:
  

-Nada debéis temer; ésta es vuestra tierra.

Yo enviaré mi luz hasta vosotros, todos los días.

Y también mi calor para que la vida no acabe.

 

Y dijo la Luna:
 

 -Nada debéis temer; yo iluminaré levemente las sombras

de la noche y velaré vuestro descanso. 

   

 Así pasó el tiempo. Los días y las noches. Era el tiempo feliz.

Los indios se sentían protegidos por sus dioses y les bastaba

mirar al cielo para saber que ellos estaban siempre allí

enviándoles sus maravillosos dones.

 Adoraban al Sol y la Luna y les ofrecían sus cantos y sus danzas. 

Un día vieron que el Sol empezaba a palidecer, cada vez más

y más y más... ¿qué pasaba?, ¿qué cosa tan extraña hacía que su

sonriente rostro dejara de reír?

 Algo terrible, pero que no podían explicarse, estaba sucediendo.

Pronto se dieron cuenta que un gigantesco puma alado acosaba por la

inmensidad de los cielos al bondadoso Sol.

Y el Dios se debatía entre los zarpazos del terrible animal

que quería destruirlo.

Los indios no lo pensaron más y se prepararon para defenderlo.

 Los más valientes y hábiles guerreros se reunieron y

empezaron a arrojar sus flechas al intruso que se atrevía

a molestar al Sol.

Una, dos, miles y miles de flechas fueron arrojadas,

pero no lograban destruir al puma, que, por el contrario,

cada vez se ponía más furioso. Por fin uno dio en el blanco

 y el animal cayó atravesado por la flecha que entraba por

el vientre y salía por el lomo.

 Sí, cayó, pero no muerto. Y allí estaba, extendido y rugiendo;

 estremeciendo la tierra con sus rugidos.

Tan enorme era que nadie se atrevía a acercarse y lo miraban,

asustados, desde lejos. En tanto el Sol se fue ocultando poco

a poco; había recobrado su aspecto risueño. Los indios le miraban

complacidos y él les acariciaba los rostros con la punta

de sus tibios dedos.

 El cielo se tiñó de rojo... se fue poniendo violeta..., violeta...

y poco a poco llegaron las sombras.

Entonces salió la Luna. Vio al puma allá abajo, tendido y rugiendo.

Compadecida quiso acabar con su agonía.

Y empezó a arrojarle piedras para ultimarlo. Tantas y tan enormes

que se fueron amontonando sobre el cuerpo hasta cubrirlo totalmente.

Tantas y tan enormes que formaron sobre la llanura una sierra:

 la Sierra de Tandil. La última piedra que arrojó cayó sobre la punta

de la flecha que todavía asomaba y allí se quedó clavada.

Allí quedó enterrado, también, para siempre,

el espíritu del mal, que según los indios no podía salir.

Pero cuando el Sol paseaba por los cielos, se estremecía de rabia

siempre con el deseo de atacarlo otra vez.

Y al moverse hacía oscilar la piedra suspendida

en la punta de la sierra.



 


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Resposta  Missatge 2 de 2 del tema 
De: marce702 Enviat: 13/10/2012 01:29


 
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