En cada amanecer los seres humanos abrimos
los ojos para enfrentarnos a otro día más.
Todos los días son buenos para comenzar a descubrir
sonrisas hermosas manos hábiles, actos valiosos,
espíritus valientes, luchadores incansables.
Cada ser humano tiene un valor especial, un don divino
que recibe al nacer y que si se descubre, puede utilizarlo
para su beneficio y para el de los que le rodean.
Hagamos un alto en nuestra prisa diaria, miremos el interior
de nuestros hermanos y aprendamos a valorarlos por lo que son
y no por lo que quisiéramos que fueran.