¿Por qué te portas como si tuviera que prevalecer tu criterio? ¿Por qué te portas como si fueras infalible? ¿Por qué te portas como si fueras el único dueño de la verdad? Hay que dar alternativas, no decisiones. Dar ideas, no soluciones.
Dar otra visión, pero sin llevar de la mano a los demás.
Marcar el camino, sin atrapar la voluntad.
Sugerir, sin presionar. Aconsejar, sin obligar. Proponer, sin forzar. Advertir, sin censurar. Reflexionar, sin imponer.
Hay que “mostrar”, pero sin quitarle al otro su derecho de escoger.
Pues a cada uno le gusta realizarse por su propia voluntad
y enmendar los errores por su propia experiencia.
Hay que respetar la libertad de cada uno para hacer su trabajo,
trazar su dirección, sembrar su tierra, adornar sus sueños,
desarrollar sus facultades y ¡terminar su obra!
A ver si al final puede llenarse las manos con ella.