Si estoy apurado y preocupado por completar todo lo que tengo en mi lista, aminorar el paso puede parecer contraproducente. Sin embargo, hacerlo me calma y me ayuda a centrar la atención.
Hago una pausa de todo a mi alrededor y creo un espacio sagrado en mí. Al avanzar más conscientemente y respirar más profundamente, restablezco mi energía y reavivo mi alma —descanso en Dios.
Así como el espacio entre las notas musicales crea equilibrio y armonía, un momento de calma proporciona paz a mi alma. Me regocijo por el balance correcto entre hacer y ser. Cuando estoy listo para regresar a mis tareas, cumplo con mis obligaciones con eficiencia y entusiasmo.
El Señor es bueno; es un refugio en horas de angustia: protege a los que en él confían.—Nahúm 1:7
No soy la persona con talentos y gozosa que Dios creó si estoy llena de autocondenación o si me veo como víctima de las acciones de otros. Así que elijo liberar mi corazón y mi mente de rencores y resentimientos. Por medio del perdón, reclamo mi libertad ahora.
Me perdono por cualquier pensamiento, palabra o acción que no refleje mi identidad divina. Veo a los demás y me veo a mí mismo como creaciones de Dios. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios; capaces de ser comprensivos y expresar el amor divino. Con amor y compasión, perdono. Dejo atrás cualquier barrera que me haya impuesto y que me separe de los demás. Disfruto de la vida plenamente.
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.—Mateo 6:12