El amor de Dios en mí es la fuente de mi fe. No importa lo que suceda en mi vida, el amor divino me capacita para ver más allá de las apariencias y apreciar el potencial que existe para la transformación —en mí mismo, en las personas a mi alrededor y en cada situación.
Tener fe en el poder del amor divino transforma mi corazón y mi mente. Veo que al expresar el amor de Dios, algo nuevo y mejor se desenvuelve. Un nuevo patrón emerge para bendecir y apoyar a mis seres queridos y a mí. Al progresar en mi camino espiritual, me doy cuenta de que nada es más poderoso que el amor de Dios en el corazón humano. Gracias a mi fe en este amor, soy sano, próspero, sabio y estoy en paz.
Porque tu misericordia está delante de mis ojos y ando en tu verdad.—Salmo 26:3