Siento gratitud por cada oportunidad de servir a otros.
Una y otra vez, al principio de su ministerio terrenal, Jesús nos llamó a tener fe: la fe de un niño, fe tan pequeña como una semilla de mostaza. Puede que asumamos que solo con fe suficiente podemos hacer el trabajo que debemos hacer. ¡Hoy reconozco que lo opuesto es verdad!
Al ofrecer amor y ayudar a los demás en sus experiencias humanas, mi fe se profundiza. Creer se me hace fácil cuando veo claramente el poder espiritual que mis acciones crean.
Entonces, mis elecciones no provienen de una fe ciega, sino de una fe perceptiva. Reconozco el bien que puedo crear en el mundo y fortalezco mi fe con las acciones que elijo.
Permito que la abundancia infinita de Dios fluya por medio de mí.
La prosperidad espiritual es como la electricidad. Cuando apago la luz la electricidad todavía está presente. Simplemente he cortado la corriente para que no llegue al bombillo. También puedo apagar y bloquear el fluir de abundancia para que no se manifieste en mi vida, sin embargo, la provisión abundante todavía existe, siempre.
Mi unidad con Dios me da acceso ilimitado a una fuente infinita de prosperidad. Puedo ir a mi interior y conectarme conscientemente con la verdad de la provisión infalible del Espíritu. Pienso, hablo y actúo de maneras que reflejen la abundancia divina. Al hacerlo, aseguro que mi interruptor esté en posición de encendido. La abundancia del Espíritu se mueve hacia mí y por medio de mí.
Mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.—Filipenses 4:19
Afirmo orden divino cada día, muchas veces al día. Mis afirmaciones no hacen que las cosas sucedan por arte de magia, más bien, las palabras mantienen mi atención fija en la verdad del orden natural. Partiendo de esta conciencia, permanezco en un lugar de calma interna a pesar de las condiciones externas.
Esto no garantiza que no pase por retos. Mas si surge un desafío, puedo invocar mis poderes internos de fe y sabiduría. Afirmo orden divino y sé que, tengo el poder de reinterpretar cualquier apariencia negativa en mi vida. Afirmo y sé que en lo que suceda, habrá una bendición. Con mis afirmaciones, invito a mi vida y a las vidas de los demás una energía positiva y bendiciones abundantes.” ¡YO SOY orden divino!
Todo se haga decentemente y con orden.—1 Corintios 14:40
Mi naturaleza divina —la verdad de quien YO SOY— no es simplemente una presencia en mí. Es la esencia misma de cada célula en mi cuerpo, de cada pensamiento en mi mente.
El sentido de fracaso proviene de un pensamiento basado en el temor. No tiene realidad en la Verdad espiritual. No importa lo que las apariencias parezcan ser, siempre existe una lección, una conciencia espiritual que me apoyará y motivará a tomar decisiones cabales. Cuando reclamo y espero el bien con cada decisión que tomo, no hay fracaso en mi experiencia de vida. Hoy doy la bienvenida a toda oportunidad para tomar una decisión creativa que exprese perfectamente mi verdadero ser espiritual.
Los que siguen los pasos de la carne fijan su atención en lo que es de la carne, pero los que son del Espíritu, la fijan en lo que es del Espíritu.—Romanos 8:5