CAUSA Y EFECTO
Enoque era un anciano que se abeirava de los cien eneros.
Residiendo en una choza que se arrinconaba la una peroba,
cuya edad renteava con a de él,
se alimentaba de frutas y té que improvisaba con hojas
aromáticas y agua caliente.
Entre aquellos viajantes y amigos que atravesaban la carretera,
a pocos metros de su vivienda, a fin de volverlo a ver,
el agricultor José Prado,
le buscó la amenidade de la compañía e indagó, con respeto:
-Enoque, usted cree en la ley de causa y efecto?
Como no?
- respondió el interpelado con voz trêmula.
La edad me pesa en la espalda, hay varios decenios,
y nunca vi un sólo caso en que esa ley de la vida viniera a fallar.
Y, volcando hacia el interlocutor los viejos brazos; acentuó:
- a propósito de que el señor me hizo esa pregunta?
El amigo no se melindrou y narró pensativo:
-Hace cinco años,
entré en lucha corporal con Joaquim Mota,
que es su conocido, y, en la pelea,
le corté dos dedos de la mano izquierda,
que sangró abundantemente...
Después de algún tiempo le pedí perdón del
gesto impensado y él no sólo me perdonó,
como también me invitó para un café en su propia casa.
Sentí gran alivio, porque me hallaba arrepentido
de la violencia que hube practicado y
volví al trabajo en mis canaviais.
Ayer, sin embargo, coloqué mi facão en una rama de árbol,
para limpiar la plantación nueva y me distraje sin notar
que el día de calor nos hube buceado a todos,
mis auxiliares y yo, en una ventania brava.
Se aproximaba el aguacero y corremos,
en búsqueda de los restos de la casa vieja del Antonio y cuando pasé,
a paso rápido,
bajo la rama de la Aroeira que me guardaba el facão,
ei-lo que se desciende sobre mí,
sin motivo aparente cortándome dos dedos de la mano izquierda,
como hube sucedido el día que mutilé la mano del Joaquim Mota.
El narrador hizo una pausa y finalizó:
-El señor cree que yo haya sido ejecutado según la ley de causa y efecto?
-Creo, sí...
-Sin embargo - observó el visitante,
no puedo olvidar que Mota ya me hube perdonado.
Enoque hizo un gesto expresivo de afirmación y explicó:
-Mota le hube perdonado la ofensa,
pero la ley le había registrado el
gesto impulsivo y habrá considerado que el perdón del
amigo le ofrecía la oportunidad,
a fin de que el dolor de sus dos dedos les advirtiera
para no repetir el acto que le imponía
dolor y arrepentimiento al corazón.
Enoque - solicitó el amigo, háblenos entonces de
esa ley que no podemos burlar!...
El viejecito se levantó con mucha dificultad y,
allí mismo, retiró de la mesa tosca un ensebado ejemplar
del Nuevo Testamento y esclareció:
-Mi amigo;
estoy en el fin de mi larga existencia y ya no
dispongo de tiempo para largas conversaciones.
Cuando necesito de alguna explicación,
recurro a las enseñanzas de Jesus y siempre tengo la respuesta.
Abra este libro y vea lo que el Maestro nos dice.
Intranquilo, el consulente abrió el rollo y halló del
Apóstol Mateus leyendo el Versículo en lo.
52 del Capítulo 26, en que Jesus advierte a nosotros todos;
"quién con hierro hiere con hierro será herido...".
De la Obra “La Semilla De Mostaza”
– Espíritu: Emmanuel
–Médium: Francisco Cncido Xavier
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