Cleópatra (Machado de Assis)
(Canto de un Esclavo: M.me Emile de Girardin)
Hija pálida de la noche,Nume feroz de inclemencia,Sin culto ni reverencia,
Ni creyentes y ni altar,A cuyos pies descarnados...
A tus negros pies, ó muerte!
Sólo enjeitados de la suerteOsan fríos implorar;
Toma tu hoz aguda,La arma de tus furores;
Vengo c’roado de flores
De la vida entregarte la flor;Es un feliz que te implora
En la madrugada de la vida,Una cabeza perdidaY perdida por amor.
Era reina y hermosa,Sobre cien pueblos reinaba,
Y tenía una turba esclavaDe los más poderosos reyes;Yo era sólo un siervo,
Pero la amaba tanto, tanto,Que ni tenía uno desencanto
En sus desprecios crueles.
Vivía distante de ellaSin hablarle ni la oís;Sólo me vengaba en la seguís
Para a poder contemplar;Era una sombra calladaQue oculta fuerza llevaba,
Y en el camino a aguardabaPara saludarla y pasar.
Un día vino ella a las fuentesVer los trabajos...
no pude,Fraqueou mi virtud,Caedle tremendo a los pies.
Todo el amor que me devora,Ó Venus, el íntimo pecho,
Habló en aquel respeto,Habló en aquella mudez.
Sólo le conquistan amoresEl héroe, el bravo, el triunfante;
Y que corona radianteTenía yo para ofrecer ?
Dijo una palabra sóloQue un mundo entero contenía:
— Soy un esclavo, reina,Te amo y quiero morir.
Y la nueva Isis que EgiptoAdora curvo y humillado
El pobre siervo curvadoMiró lnguida a sonreír;
Vi Cleópatra, la reina,Temblar pálida en mi seno;Morte,
se fue-me el recelo,Aquí estoy, puedes herir.
Viene! que las glorias insensatasDe las convulsiones más lascivas,
Las fantasías más vivas,De más fiebre y más ardor,Toda la ardiente ebriedade
De sus reales pensamientos,Todo gocé unos momentos
En mi noche de amor.Pronto estoy para la jornada
De la estancia oscura y escondida;La sangre, el futuro, la vida
Te doy, ó muerte, y voy a morir;Una gracia única
– pidoComo última esperanza:No me borres el recuerdo
Del amor que me hizo vivir.
Belleza completa y raraLe dieron los numes amigos;
Escoge de tus castigosLo que infundir más terror,Pero por ella,
sólo por ellaSea mi padecimiento,Y tenga el intenso tormento
En la intensidad del amor.Deja alimentar tus cuervos
En mis carnes rasgadas,Vengan rocas despenhadasSobre mi cuerpo rodar,
Pero no me quites de los labiosAquel nombre adorado,Y a mi mirada encantada
Deja esa imagen quedarse.Puedo sufrir tus golpesSin murmurar de la sentencia;
Mi ventura es inmensaY fue en ti que yo a hallé;Pero no me borres en la fronte
Los surcos calientes y vivosDe aquellos besos lascivosQue ya me hicieron rey.
Nota del Autor
Este canto es quitado de una tragedia de Mme Emile de Girardin.
El esclavo, tiendo visado coronado su amor por la reina de Egipto,
es condenado a morir.
Con la copa en puño, entona el bello canto de que hice esta
apenas amanhada paráfrase.