Escala el muro de la luz el día, y se detiene en lo alto de la almena; en la torre el reloj rítmico ordena el canto de las doce. Se diría
que hay una calma, cálida armonía rodando en languidez sobre la escena, como se arrastra el mar sobre la arena al subir la marea en la bahía. En ese punto ingrávida apareces, amedrentas la luz, rejuveneces la fuerza por los años atenuada. De una mano a otra mano, de repente, se genera recíproca corriente, y sangra el alma de apacible espada
Francisco Alvarez Hidalgo
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