¿SE PUEDE SER CIENTÍFICO Y CREYENTE?
Hay gente que piensa que ciencia y fe son incompatibles. Según ellos, "Dios es una hipótesis de la que no tienen ninguna necesidad". Y aseguran que son precisamente los científicos los que suelen negar que se pueda conocer a Dios.
Algunos científicos apoyan completamente este modo de razonar. Sin embargo, muchísimos otros –de indudable y reconocido prestigio– no dudan en declararse creyentes, y no ven ninguna oposición entre su fe y el ejercicio de su investigación. Al contrario, afirman que la verdadera ciencia, cuanto más progresa, más descubre a Dios. Los conflictos entre fe y razón han sido siempre causados por la ignorancia de los defensores de una u otra parte. Albert Einstein, por ejemplo, autor de la teoría de la relatividad, afirmaba que "la religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la religión estaría coja también". Newton sostenía que hay "un ser inteligente y poderoso... que gobierna todas las cosas no como alma del mundo, sino como Señor del universo, y a causa de su dominio se le suele llamar Señor Dios, Pantocr6aacute;tor". El famoso premio Nobel alemán Werner K. Heisenberg, uno de los principales creadores de la Mecánica cuántica y formulador del conocido Principio de Indeterminación que lleva su nombre, a su paso por Madrid en 1969, afirmaba: "Creo que Dios existe y que de Él viene todo. El orden y la armonía de las partículas atómicas tienen que haber sido impuestos por alguien".
Otro premio Nobel alemán, Max Planck, es aún más explícito: "En todas partes, y por lejos que dirijamos nuestra mirada, no solamente no encontramos ninguna contradicción entre religión y ciencia, sino precisamente pleno acuerdo en los puntos decisivos". No menos rotundo es Von Braun, el hombre de la NASA que logró poner al primer hombre en la Luna: "cuanto más comprendemos la complejidad de la estructura atómica, la naturaleza de la vida o la estructura de las galaxias, tanto más nos encontramos nuevas razones para asombrarnos ante los esplendores de la creación divina".
El físico británico Paul Davies asegura que "resulta totalmente inviable atribuir la existencia del hombre al simple juego accidental de fuerzas ciegas de la naturaleza: la asombrosa racionalidad de la naturaleza –con un grado verdaderamente fabuloso de organización en diferentes niveles que se entrecruzan y complementan– no puede ser el fruto de simples casualidades".
Alexis Carrel, aquel premio Nobel de Medicina, inicialmente un positivista incrédulo pero convertido más tarde al catolicismo, fue testigo directo en Lourdes de una curación instantánea e inexplicable, y decía: "Poca observación y muchas teorías llevan al error. Mucha observación y pocas teor&icute;as llevan a la verdad".
La multiplicación de este tipo de testimonios tan cualificados ha acabado por provocar un vuelco en contra de esa mentalidad de agnosticismo cientifista. Parece como si los agnósticos hubieran valorado en poco el poder de la inteligencia humana para llegar a Dios a través de la ciencia. Un editorial de la revista TIME comentaba con asombro ese cambio dentro del mundo científico: "A través de una callada revolución en el pensamiento y en la argumentación –una revolución impensable hace veinte años–, parece como si Dios se estuviera preparando su regreso".
Mons. Francisco Gil Hellín.