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Todos los alquimistas de las Antigüedad buscaron la piedra filosofal que transformaba los metales en oro.
Los alquimistas creían que el cambio era el proceso más elemental de la vida y que todos los elementos poseían la capacidad de transformarse en algo distinto. Pero la alquimia puede considerarse también un proceso de transformación espiritual.
La alquimia espiritual toma como fundamento el metal de nuestro ser divino aún sin desarrollar la materia prima de la que hemos nacido para transformarla en oro.
El oro simboliza la pureza interior y la capacidad de irradiar el brillo de la luz espiritual. La simbólica piedra filosofal es el instrumento del cambio divino que tiene lugar en nosotros cuando somos mereceres del amor de Dios.
Somos responsables de encontrar nuestra propia piedra filosofal, lo que significa seguir nuestros anhelos para encontrar nuestras rutas espirituales, nuestra auténtica naturaleza.
En esta alquimia el ingrediente más importante somos nosotros. De nosotros depende cultivar el deseo y la capacidad de encontrar y usar nuestra piedra filosofal, la invisible chispa divina que prende en nosotros el deseo de transformación.
La piedra filosofal representa el toque de nuestra conciencia por parte del amor divino de Dios y de los ángeles.
El trato con los ángeles produce fabulosos cambios en nuestra vida, porque ellos vibran a un nivel tan alto que el contacto aumenta nuestras vibraciones, cambia nuestras conciencias y las sitúa en la dirección de la luz de la transformación espiritual.
Meditación de los ángeles: Mi conciencia ha sido bendecida por la luz dorada y alquímica de la piedra filosofal
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