"Cuando hubo gustado el vinagre dijo: Todo está consumado"( Jn). Próxima ya a la muerte vuelve a aparecer el diálogo con el Padre, y su alma se llena de nuevo de paz.
Sólo Cristo sabe hasta el fondo que esa voluntad del Padre es amor total, amor frontal, amor que engendra hijos, amor misericordioso. Sabe que, paralelo al amor del Hijo, tan palpable en su humanidad, hay un dolor del Padre.
La perfección divina, su inmutabilidad, es tan amorosa que sufre un dolor de amor que es perfección afectiva, no limitación. Jesús ve como la sabiduría del Padre respeta la libertad del hombre, y, al verlo hundido por el pecado, incapaz de superar la postración, da al Hijo y se da el Padre mismo. No quiso Dios que Abraham consumase el sacrificio del hijo de la promesa. Pero Él mismo no se ahorra ese dolor.
Y Jesús obedece la voluntad amorosa del Padre. Siempre obedeció Jesús venciendo la desobediencia del pecado, pero ahora su obediencia es más valiosa porque la dificultad es máxima. De ahí la, paz honda de quien ha obedecido, de quien sabe que el Padre está satisfecho, de quien consuela al Padre.
La paz se entreve en la sexta palabra: todo está consumado, he obedecido; he vencido al diablo; la desobediencia del diablo y de Adán está superada: el camino de la nueva vida está ya abierto.
Reproducido con permiso del Autor Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias