Desde hace unos años, afortunadamente, se ha tomado conciencia de lo que se ha dado en llamar "patriotismo planetario", la toma de conciencia de que nuestra tierra es una gran nave que nos pertenece a todos y que muchas veces no sabemos dónde encaminar.
Ecología, un término muy escuchado estos tiempos proviene del griego "oikós", que significa "casa", y de allí que el tema nos involucre a todos profundamente. No significa, como alguna vez se pretendió, de un "regreso a la naturaleza", sino la razón para que los seres humanos tomemos conciencia de que podemos modificar la realidad de la naturaleza sin destruirla, transformar la "casa" donde todos vivimos de tal forma que los conceptos de progreso y bienestar se unan armoniosamente con el de conservación y cuidado del hábitat tierra.
Junto a este concepto globalizador, debe existir el criterio de que no habrá salud individual sin salud ambiental y que de poco servirá lo que hagamos por el bienestar de nuestros pueblos si esta acción no es acompañada del cuidado y conservación del medio ambiente, de la sociedad en general y de la democracia en particular. Justamente porque es solamente en justicia y libertad que el hombre alianza en profundidad sus logros. A su vez, el término "bioética" aparece hace más o menos diez años, para establecer el nexo entre ética y ciencia en la era tecnológica. El vocablo en sí mismo es una novedad:
La unión de BIOS = VIDA = ETHIKE = ÉTICA
Lo que a su vez determina la unión de : CIENCIA Y CONCIENCIA - SER Y DEBER SER
HECHOS Y VALORES - VIDA Y NORMA
Para usar algunos términos cotidianos de nuestra vida en el planeta. Bioética, por definición era hacia 1971 el "estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y la atención de la salud, en tanto que dicha conducta es examinada a la luz de los principios y valores morales".
En la última edición de la Enciclopedia de Bioética de Warren Reich, uno de los pioneros en este campo, se define a esta disciplina como "estudio sistemático de las dimensiones morales (incluyendo la visión moral, las decisiones, las conductas y las políticas) de las ciencias de la vida y de la atención de la salud, empleando una variedad de metodologías éticas en un contexto interdisciplinar".
Lo interesante aquí es la aparición de "lo moral" en el panorama como sistema de ética científica y la toma de conciencia de que la catástrofe ecológica ha tomado prioridad sobre la guerra nuclear como amenaza planetaria, sobre todo considerado en el contexto de una globalización de la economía y una caída de las hasta ahora denominadas "ideologías".
El problema del medio ambiente significa un desafío de supervivencia para la humanidad que está pisando los umbrales del siglo XXI. El hombre se está enfrentando al holocausto medioambiental y obligado a un 'mea culpa' frente a la devastación de la tierra, el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro de la biosfera. Conciencia ecológica plantea, pues, una nueva reformación de la justificación del hombre sobre la tierra y su relación íntima con ella.
Todo ello sin olvidar el llamado por los griegos "amor de efusión", que no puede desarrollarse cuando lo que está amenazado es la propia existencia, frente a un ambiente deteriorado y sin esperanzas.
Más allá de estas disquisiciones académicas, tres son las posturas que desarrollamos para la comprensión del problema del medio ambiente a nivel educacional y el análisis ético del mismo.
La primera de ellas: la naturaleza debe ser conquistada. Este razonamiento pertenece a la primera etapa, la más primitiva del hombre, Para esta teoría, el hombre se halla en la tierra para dominarla, para crear cultura y, a través de ella, manipular a la naturaleza para sus propios propósitos. El fuego de Prometeo es la adquisición de la cultura y su castigo por la violación a las reglas de los dioses ya no es la ex-visceración corporal, sino que esta ex-visceración en la cultura actual es la ambiental y la ecológica.
Cultura es conocimiento, y éste es poder para controlar la naturaleza. Quien nombra, conoce y quien conoce, domina. Podemos colegir entonces que el descubrimiento y adquisición de conocimientos fueron virtudes preciosas para el hombre primitivo. Veamos sino el caso de la agri-cultura, la cultura de la tierra en la cual el hombre empieza a dominar la naturaleza y dirigirla en el sentido de sus apetencias. La aplicación de este concepto ético trajo como consecuencia una ética de la manipulación y el intento de control de la tierra por el hombre.
Una segunda postura anunció "el hombre en la naturaleza o el hombre como parte de la naturaleza". Aquí se inscribieron los ambientalistas más radicales y reactivos en una etapa de la ecología no totalmente superada. Esta concepción afirma: "el hombre no es único, no pudiendo reclamar para sí la posesión de todo el mundo biótico y abiótico". Aquí existen dos puntos de vista, uno religioso y uno secular. El primero opina que la naturaleza es contemplable, como una parte de la creación de Dios, que tiene que ser protegida y cuidada por buenos administradores; todos los integrantes de la naturaleza pasan a poseer, pues, autonomía espiritual.
En una primera etapa de nuestra formación ecológica adherimos a este principio, creyendo en la actualidad que sigue siendo válido para un mejor desarrollo de la formulación de problemas en ecología, y así lo hemos venido propiciando a través de trabajos y desarrollo docente. La forma secular proponía a la naturaleza y al hombre como una sola cosa, el ser humano merecía consideración y respeto extremos a la primera. Esta concepción fue origen de terrorismo de estado y de organizaciones ecologistas que esperan el juicio de la historia para evaluar su accionar, y que no nos corresponde juzgar ni tratar aquí.
Queda una tercera postura, a nuestro entender mas equilibrada que las anteriores, que es el punto de vista teleológico - del griego 'teleos, forma final - que afirma que "hay un propósito y una lógica que se debe encontrar en la naturaleza", y el estudio de esta teoría puede aportar importantes puntos de vista aplicables a la conducta humana.
La diferencia con los puntos de vista anteriores es que, mientras todavía usamos la naturaleza y la cambiamos, la finalidad no debe ser subyugarla ni vivir de ella. El sistema ético derivado de esta teoría establece que los seres humanos deben crear sus propias normas éticas, pero la naturaleza debe proporcionarles las guías para desarrollar una buena vida moral con y sin ella.
De ello se trata el denominado "desarrollo sostenible", que no se trata de un desarrollo que no toque o no transforme la naturaleza, sino un tipo de desarrollo que no la degrade o no la erosione en sus propias bases ambientales de producción y habitabilidad. Es éste un concepto a la vez filosófico y natural, un camino ético hacia la calidad de vida, en el que la manipulación de la estructura y función de los ecosistemas no entra en colisión con ellos, minimizando el conflicto de intereses y maximizando los beneficios a obtener. Es decir un adecuado balance de la ecuación coste-beneficio, tan cara a la reflexión ética en los problemas del ambiente y el hombre. Y, como hemos manifestado mas arriba, es absolutamente compatible con una visión religiosa cristiana - que de eso se trata - del problema ecológico.
La crisis ecológica muestra cómo la naturaleza ha pasado de ser "medio" de producción a ser "objeto" universal del conocimiento y fin fundamental del ser humano. La degradación ambiental no es sólo un problema que exige soluciones científico técnicas, también requiere del hombre una toma de conciencia y un cambio de actitud.
La pregunta de la ética es entonces ¿cómo debemos vivir?, al menos para sobre-vivir, pero conciliando el imperativo de supervivencia con el de dignidad humana y con el de libertad. Adaptando un principio ético de Kant podríamos decir :
"Actúa de tal manera que las consecuencias de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida genuina en la tierra".

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