¿Te encuentras a veces atrapado en emociones perturbadoras y crees que no tienes opción?
Cuando quieres ver una película en casa, ¿preprogramas los canales, ajustas el volumen, el brillo, el color… diseñas exactamente lo que quieres experimentar?
Si lo que has programado no te acaba de gustar, ¿bajas el volumen, cambias el canal, ajustas el momento según sea tu estado interno?
En el mundo real, parece fácil decir: “Es solo una película” y “Esto no es real”. Pero nuestros pensamientos, emociones o sensaciones no son menos reales que una película…
Experimentamos esas emociones, sentimos esas sensaciones en nuestro cuerpo y ajustamos nuestros cambios produciendo adrenalina o endorfinas. Parece inevitable la relación que existe entre nuestras imágenes y diálogos internos con nuestras experiencias sensoriales.
Esta es la fábrica que crea una historia mental a la que finalmente llamamos “realidad”. No es la sensación táctil que nos hace sentirnos deprimidos o felices. Más bien es nuestra mente la que traslada estos estímulos en signos, interpretándolos.
Es normalmente una memoria del pasado o un diálogo interno el que determina nuestro futuro; y son muchos los factores que crean lo que denominamos “emoción”, calificándola de horrible o deliciosa.
Cuando nos ponemos las gafas violetas, todo nos parece violeta. Cuando tenemos un tapón en el oído, todos los sonidos nos parecen deformes. No son las otras personas o circunstancias externas las que causan las emociones, sino nuestra respuesta a películas o voces internas.
Así pues las historias no son más reales por el hecho de que nos las contemos muchas veces. No es la historia de “mi vida”, “mi amor”, “mi trabajo”. Tan solo es la fábrica del material que crea la historia, y puede ser cambiada.
Las historias que nos contamos mentalmente no son diferentes de nuestros sueños. En sánscrito, este fenómeno se denomina “maya”, ilusión o alucinación.
¿Vives en un maya?
Vivimos en un maya o en una alucinación interna, y la pregunta es: ¿Qué es realidad? ¿Quién determina la realidad?
Si fueses realmente consciente de que estás viviendo en un maya, ¿no querrías salir del él para liberarte? Nuestras mentes no son capaces de ver la libertad que les aguarda debido a las influencias teatrales internas de nuestras voces, historias y películas, que van creando nuevos estados y experiencias.
Y como lo hemos hecho miles de veces, vamos validando esas historias como ciertas. Pero no lo son. Un pensamiento no es un hecho. Un sentimiento no es un hecho. Una percepción no es un hecho. Un sueño no es un hecho.
Más que cualquier otra especie animal, los humanos tenemos elección. Tenemos una mayor capacidad cerebral en el neocórtex, y eso hace que tengamos un mayor volumen en nuestras funciones intelectuales, las que nos otorgan fundamentalmente posibilidad de discernir.
Los humanos hemos evolucionado para tener una capacidad de pensamiento excelente.
Nosotros no somos esclavos de nuestra mente, sino seres libres. Quizás ya has empezado a hacer yoga, artes marciales, meditación u otras técnicas que te permiten no solamente experimentar la libertad interior, sino estar conectado contigo mismo.
Párate un momento y mira qué película te estás contando ahora mismo, qué programa está corriendo en tu mente que te sigue haciendo esclavo.
¿Crees de verdad que tu mente se va a liberar sola, sin ningún esfuerzo?
Los diálogos internos o rumiaciones mentales no se detienen porque tú les digas “para”. Pero desde el momento en que eres consciente de que sufres “ilusiones”, ya has dado el primer paso para el despertar de la mente. Desde el momento en que decides no seguir escuchando la cara deprimida de tu mente, la voz más critica… ya has cortado el fluido a la película.
Esté donde esté tu mente, déjala que se revele, se despierte con conciencia y aceptación de lo que pasa en ella.
En lugar de salir a tomar café con nuestros miedos, podemos tener un propósito altruista de generar la motivación de ser libres y alcanzar una excelencia personal.
¿Cómo? Encontrando la puerta de la liberación, dejando de ser esclavos y corriendo al encuentro de nuestra libertad interna. Es un acto de independencia.
Necesitamos mucha libertad interior en estos tiempos de grandes cambios para no acabar siendo esclavos del día a día.
(tomado de la red)
|