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General: .༺Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒღ༻¿CÓMO ENFRENTARSE A LA ADVERSIDAD?
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Bella Anima  (Mensaje original) Enviado: 07/08/2016 15:34
   
 photo Como enfrentarse a la Adversidad_zpsbowoq4un.jpg

 

 photo Como enfrentrarse a la Adversidad tube_zpspotpyrxh.png

 

Las situaciones extremas de la vida nos muestran, como si
fuera a través de un lente de aumento, el comportamiento
de nuestro cerebro frente a escenarios en donde se pone
en juego nuestra supervivencia física o nuestra integridad
psicológica.

En estos párrafos trataremos de entender qué sucede en
nuestro cerebro frente a un peligro del presente, un recuerdo
negativo del pasado o el temor a que algo malo ocurra en
el futuro.

Desde el momento en que somos expuestos a una situación
extrema se activa un sistema muy básico, rápido y firme
modelado durante cientos de miles de años, para hacer frente
a lo que está ocurriendo. Este primer paso de defensa de nuestro
sistema biológico es la llamada “respuesta de estrés”.

Cuando el cerebro detecta una amenaza, se activa una
respuesta fisiológica coordinada que implica componentes
autonómicos, neuroendocrinos, metabólicos y del sistema
inmune.

El organismo necesita un mayor flujo de oxígeno para sus
músculos, especialmente los del sistema de locomoción (para
emprender el escape si hace falta).

Así, se acelera la respiración para proveer más oxígeno, y la
frecuencia cardíaca para entregar rápidamente ese oxígeno
a través del torrente sanguíneo a los músculos principales.
Los vasos sanguíneos en la piel se constriñen para que haya
el menor sangrado posible en el caso de una herida.

Para proporcionar el combustible suficiente para el esfuerzo,
nuestras glándulas convierten los carbohidratos
almacenados en las células en azúcar circulante en sangre.

También mejora la respuesta inmune; los glóbulos blancos que
combaten las infecciones se adhieren a las paredes de los vasos sanguíneos,
preparados para zarpar raudamente hacia
cualquier parte del cuerpo que pudiera lastimarse.

El sistema cognitivo humano, a su vez, ofrece una variante
aún más sofisticada: la capacidad de figurar y anticipar las
amenazas del futuro, e incluso imaginar eventualidades que
nunca han ocurrido, y que acaso nunca ocurran.

Esta capacidad notable de nuestra especie es fruto de la
experiencia acumulada y de la capacidad de hipotetizar e
inferir.

El desarrollo del cerebro humano, y en particular de sus
áreas prefrontales, expandió, entre otras, nuestras capacidades
para revisar el pasado y examinar el futuro.

Esta complejización cognitiva de la respuesta de estrés llevó
al psicólogo estadounidense Richard Lazarus a postular la
existencia de “mecanismos evaluativos” implicados en el
proceso de respuesta frente al peligro porque no siempre es
sencillo determinar cuándo estamos frente a una situación que
requiere acciones de protección.


El primer paso de este proceso es la “evaluación primaria”,
esto es, el establecimiento del valor de un estímulo como
peligroso o inocuo.

Las investigaciones en neurociencia han permitido establecer
el rol de diferentes estructuras cerebrales en la detección y
evaluación del peligro, en particular, la actividad crucial
de la “amígdala”, que sería responsable de detectar, generar
y mantener emociones relacionadas con el miedo y respondería
a la importancia de los estímulos emocionales.

La “evaluación secundaria”, por su parte, busca establecer
la disponibilidad de recursos del organismo para afrontar la
amenaza.

Ahora bien, cuando la amenaza se disipa, se ponen en
marcha otros mecanismos para volver a la situación inicial de
reposo: la desactivación de la respuesta de estrés. Si, por el
contrario, la respuesta de estrés permanece sostenidamente
encendida, tiene lugar el llamado “estrés crónico”.

En esta circunstancia, los componentes de la respuesta que
suponían una ventaja adaptativa y una reacción de defensa y
autoprotección del organismo, dejan de serlo y se vuelven
en su contra. Se acelera la respiración para proveer más
oxígeno, y la frecuencia cardíaca para entregar rápidamente
ese oxígeno a través del torrente sanguíneo a los músculos
principales.


A nivel cognitivo, la respuesta aguda de estrés favorece el
incremento del nivel de alerta y la formación de memorias,
aunque en el largo plazo la producción elevada de cortisol
provoca deterioro cognitivo.

La respuesta inmune también se afecta negativamente frente
al estrés crónico dejando al organismo más expuesto a los diversos patógenos.

Podemos especular que existen factores ambientales, factores
individuales –biológicos y psicólogicos– y también factores socioculturales
que pueden llevar a que la respuesta de estrés no ceda y se realimente
de forma continua, o, peor aún, en forma de espiral.

Entre los factores externos socioculturales se suele aludir al
estilo de vida moderno y urbano. Por ejemplo, hoy podemos
tener al instante la información de lo que ocurre en cualquier
parte del mundo.

Este hecho tecnológico que confiere ventajas evidentes en ciertos terrenos,
puede volverse una desventaja en lo que se refiere a la propagación de
temores y la circulación de malas noticias.

Por su parte, en lo que se refiere a los factores biológicos y
psicológicos, es necesario revisar la conexión existente entre el
estrés y los trastornos de ansiedad, por un lado, y la depresión,
por el otro.

Para entender la ansiedad, podemos compararla con un radar,
es decir, un dispositivo que rastrea nuestro ambiente en estado
de alerta y nos avisa que una amenaza se aproxima. Pero la
ansiedad es mucho más que un radar: es también un cuaderno
de bitácora donde registramos las experiencias peligrosas vividas,
y un mapa que nos guía, como un GPS, hacia territorios
seguros.

 

Sin embargo, cuando la ansiedad excede los niveles normales
puede generar “falsas alarmas” que sobre activan la respuesta
de estrés y provocan estados de preocupación intensos y síntomas
físicos diversos.

La depresión, por su parte, puede ser entendida en ciertos
casos como una reacción biológica y psicológica en la cual
nuestro organismo se rinde ante la adversidad, reduce sus
intentos de solución, por considerarlos infructuosos, y se
entrega a la desesperanza.

En la depresión, así como en la ansiedad, nuestro pensamiento
se vuelve propenso a los “sesgos cognitivos”, esto es,
seleccionamos y priorizamos ciertos datos en desmedro de
otros. En el caso de la depresión, la información negativa, y
en el caso de la ansiedad, la información relacionada con
el peligro.

Luego, ciertos razonamientos distorsionados generalizan
o amplifican el peso de esta información y provocan un
espiral de realimentación de las emociones negativas.

Resulta  importante reflexionar también sobre el rol clave
del otro (el prójimo, el ser amado, la comunidad) frente al
desasosiego.
Cuando cobija, cuando contiene, cuando
acompaña.

Afortunadamente, nuestro cerebro cuenta con diversas
herramientas que pueden protegernos de estas complicaciones.

La “resiliencia” es el conjunto de factores y mecanismos que
nos permiten superar adaptativamente las situaciones de
adversidad. En este sentido, dos mecanismos altamente
eficientes para atenuar de forma progresiva la respuesta de
estrés son la “habituación” y la “extinción”.

El primero es la propiedad general de nuestras células
nerviosas que consiste en la acomodación al entorno y un
principio de economía, para evitar respuestas ociosas.

Son innumerables los ejemplos, desde cuando entramos a una
pileta fría y de a poco vamos acostumbrándonos, hasta
 cuando nos exponemos de forma repetida a un estímulo que
nos asusta o tensiona, ayudando a que la respuesta intensa
inicial disminuya hasta volverse tolerable.

Este es el principio que rige los tratamientos por exposición,
altamente eficaces en la ansiedad.

El proceso de “extinción” sucede cuando nos exponemos a un
estímulo temido y comprobamos una y otra vez que las consecuencias
negativas que esperábamos no ocurren tal cómo anticipamos, y se atenúa
la respuesta de estrés.

Otro de los procesos de regulación de las emociones, de
naturaleza cognitiva, es la “re-evaluación”, que consiste en
modificar el significado funcional atribuido a la situación que
gatilla el estrés. Es “cambiar la manera en que sentimos al
cambiar la manera en que pensamos”.

Algunas personas que experimentaron traumas súbitos o
 han sufrido situaciones de abandono o maltrato emocional
sostenido en momentos tempranos de sus vidas pueden llegar a sufrir en forma
prolongada por dichas vivencias.

Dolencias psiquiátricas como el trastorno de estrés
post-traumático tienen que ver con esas experiencias y
con el modo en que nuestra memoria alberga los recuerdos
emocionales.

El trabajo de neurocientíficos como Joseph LeDoux es
relevante para entender las afecciones emocionales y su
ratamiento porque explica la consolidación de las memorias.

Al comienzo, cuando uno experimenta algo, el recuerdo
es inestable hasta que se estabiliza por la síntesis de proteínas
en el cerebro.

Una vez almacenado el recuerdo, la exposición a un estímulo que le recuerda
aquel evento, va a reactivarlo y a hacerlo inestable nuevamente por un período
corto de tiempo, para volver a guardarlo luego y fijarlo nuevamente en un proceso
llamado reconsolidación de la memoria.

Cuando la ansiedad excede los niveles normales puede generar
“falsas alarmas” que sobre activan la respuesta de estrés y
provocan estados de preocupación intensos y síntomas físicos
diversos

Ahora bien, cada vez que recuperamos una memoria de un
hecho, al volverse otra vez inestable, permite la incorporación
de nueva información. Ese momento es una ventana para
cambiar las reacciones emocionales que acompañan un
recuerdo.

Un paciente que sufre un trastorno de estrés postraumático
evoca con ayuda de un terapeuta experto y en un contexto
seguro, los recuerdos de la situación vivida, para atenuar
progresivamente las reacciones emocionales intensas que
acompañan el recuerdo.

Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico Argentino
(PhD in Sciences, Cambridge University).

 photo Coacutemo enfrentarse a la adversidad firma_zpstkrp1yxd.png


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