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General: DIOS NO ES ILUSIONISTA…
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: amistad38  (Mensaje original) Enviado: 29/06/2009 21:52

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heartsbar.gif heartsbar.gif image by darkshadow698

 

 

Había una vez un muchacho que vivía en una casa grande sobre una colina. Amaba a los perros y a los caballos, los autos deportivos y la música. Trepaba a los árboles e iba a nadar, jugaba al fútbol y admiraba a las chicas guapas. De no ser porque debía limpiar y ordenar su habitación, su vida era agradable.

Un día el joven le dijo a Dios:

- He estado pensando y ya sé qué quiero para mi cuando sea mayor.

- ¿Qué es lo que deseas? - le preguntó Dios.

- Quiero vivir en una mansión con un gran porche y un jardín en la parte de atrás, y tener dos perros San Bernardo. Deseo casarme con una mujer alta, muy hermosa y buena, que tenga una larga cabellera negra y ojos azules, que toque la guitarra y cante con voz alta y clara. Quiero tres hijos varones fuertes para jugar con ellos al fútbol.

Cuando crezcan, uno será un gran científico, otro será político y el menor será un atleta profesional. Quiero ser un aventurero que surque los vastos océanos, que escale altas montañas y que rescate personas. Y quiero conducir un Ferrari rojo, y nunca tener que limpiar y ordenar mi casa.

- Es una ilusión muy bonita - dijo Dios-. Quiero que seas feliz.

Un día, cuando jugaba al fútbol, el chico se lastimó una rodilla. Después de eso ya no pudo escalar altas montañas, y mucho menos surcar los vastos océanos, ni siquiera trepar árboles así que estudió mercadotecnia y puso un negocio de artículos médicos.

Se casó con una muchacha que era muy hermosa y buena, y que tenía una larga cabellera negra. Pero era de corta estatura, no alta, y tenía ojos castaños, no azules. No sabía tocar la guitarra, ni cantar. Pero preparaba deliciosas comidas chinas, sazonadas con exóticas especias y pintaba magníficos cuadros de aves .

A causa de su negocio, el hombre vivía en la ciudad, en un apartamento situado en lo alto de un elevado edificio, desde el que se dominaba el océano azul y las titilantes luces de la urbe. No contaba espacio para dos San Bernardo, pero era el dueño de un gato esponjado.

Tenía tres hijas, todas muy hermosas. La más joven, que debía usar silla de ruedas, era la más agraciada. Las tres querían mucho a su padre. No jugaban al fútbol con él, pero a veces iban al parque y correteaban lanzando un disco de plástico… excepto la pequeña, que se sentaba bajo un árbol y rasgueaba su guitarra, entonando canciones encantadoras e inolvidables.

Nuestro personaje ganaba el dinero que se necesita para vivir con confort, pero no conducía un Ferrari rojo.

En ocasiones tenía que recoger cosas y ponerlas en su lugar, otras tantas tenía que reparar algún artefacto hogareño. Después de todo, tenía una mujer y tres hijas. Entonces el hombre se despertó una mañana y recordó su viejo sueño.

- Estoy muy triste - le confió a su mejor amigo.

- ¿Por qué? - quiso saber este.

- Porque una vez soñé que me casaría con una mujer alta, de cabello negro y ojos azules, que sabría tocar la guitarra y cantar. Mi esposa no toca ni canta, tiene los ojos castaños y no es muy alta.

- Tu esposa es muy hermosa y buena - respondió su amigo-. Crea cuadros maravillosos, cocina delicias, y siempre ha sido una buena compañera.

Pero el hombre no lo escuchaba.

- Estoy muy triste - le confesó a su esposa un día.

- ¿Por qué? - inquirió su mujer.

- Porque una vez soñé que viviría en una mansión con porche y un jardín en la parte de atrás, y que tendría dos San Bernardo. En lugar de eso, vivo en un apartamento en el piso 47.

- Nuestro apartamento es cómodo y podemos ver el océano desde el sillón de la sala - dijo ella. Tenemos amor, pinturas de aves y un gato esponjado… por no mencionar a nuestras tres queridas hijas.

Pero el hombre no la escuchaba.

- Estoy muy triste - le dijo en otra ocasión a su psicoterapeuta.

- ¿Por qué razón? - preguntó el especialista.

- Porque una vez soñé que era un gran aventurero. En vez de ello, soy un empresario calvo, con la rodilla lesionada.

- Los artículos médicos que usted vende han salvado muchas vidas - le hizo notar el analista. Pero el hombre no lo escuchaba. Así que el terapeuta le cobró 110 dólares y lo mandó a casa.

- Estoy muy triste - le dijo a su contador.

- ¿Por qué? - indagó este.

- Porque una vez soñé que conduciría un Ferrari rojo y que nunca tendría que ordenar mis cosas. En vez de ello, utilizo el transporte público, y a veces tengo que ocuparme de los quehaceres.

- Usted viste trajes de calidad, come en buenos restaurantes y ha viajado por Europa - señaló el contador.

Pero el hombre no le escuchaba. El profesional le cobró 100 dólares de todos modos. Soñaba con un Ferrari rojo para si mismo.

- Estoy muy triste - le comunicó a su ministro.

- ¿Por qué? - le preguntó, compasivo, el religioso.

- Porque una vez soñé que tendría tres hijos varones: un gran científico, un político y un atleta profesional. Ahora tengo tres hijas y la menor ni siquiera puede caminar.

- Pero todas son hermosas e inteligentes - afirmó el ministro-Te quieren mucho y además, han sabido aprovechar la vida: una es enfermera, otra es pintora, y la más joven da clases de música a los niños.

Pero el hombre no escuchaba, igualmente dejó el diezmo como lo hacía siempre.

Se puso tan melancólico que enfermó de gravedad. Yacía postrado en una blanca habitación del hospital, rodeado de enfermeras con blancos uniformes. Varios cables y mangueras conectaban su cuerpo a máquinas parpadeantes que alguna vez él mismo le había vendido al hospital.

Estaba triste, muy triste. Su familia y sus amigos se reunían alrededor de su cama. Ellos también estaban profundamente afligidos. Solo su terapeuta y su contador ignoraban la tristeza.

Y sucedió que una noche, cuando todos se habían ido a casa, salvo las enfermeras, el hombre le dijo a Dios:

- ¿Recuerdas cuando era joven y te hablé de las cosas que deseaba?

- Si. Por supuesto - asintió Dios.

- ¿Por qué no me otorgaste todo eso? - inquirió el hombre-.

- Por qué debería haberlo hecho?, YO SOY DIOS, no un ilusionista. Tu lograste todo lo que te propusiste, modificaste, positivizaste hechos de tu vida. Yo estaba allí.

Entonces, ¿Cuál es tu pregunta?. Supongo que has reparado en lo que te he otorgado a partir de tu propio mérito: una esposa buena y hermosa, tres adorables hijas, un buen negocio donde desarrollas tus talentos, un lugar agradable para vivir.

El hombre se quedó pensativo …

- pero yo creí que me darías lo que realmente deseaba.

- Y  yo espero que valores lo que has logrado y así me darás lo que de tí estoy esperando  - repuso Dios-.

Sorprendido el hombre quiso saber

-¿Y qué es lo que estás esperando?. Nunca se le había ocurrido que Dios necesitara algo de él.

- Quiero que seas feliz - explicó Dios.

El hombre se quedó, pensando, reflexionando, meditando y orando. En sus pensamiento fueron aparaciendo recuerdos, momentos de dedición, situaciones de dolor, de angustia. De miedos y de valentías. De incertidumbre y de Amor, de mucho Amor.

Entonces comprendió que su anhelo era precisamente lo que ya tenía. Solo que nunca lo había visto.

Y el hombre se alivió.

Ahora vive feliz. En el piso 47, disfrutando de las hermosas voces de sus hijas, que le traen el bullicio de los nietos, tres varones con los que juega al futbol.

Es feliz porque se refleja en los profundos ojos castaños de su esposa y disfruta de las bellísimas pinturas de aves que ella perfecciona día a día.

Y por las noches, mientras conversa con Dios, contempla el océano, mira las titilantes luces de la ciudad, y se prepara para continuar al día siguiente procurando que mas personas puedan leer articulos médicos, textos tradicionales, cuentos reflexivos que provoquen la comprensión de cuan simple es SER FELIZ…

Desconozco autor

 

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: ana66 Enviado: 30/06/2009 08:05
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