A través del tiempo los pueblos van desarrollando creencias que sintetizan en la sabiduría popular. Estos conocimientos se fundamentan en percepciones de aunque algunos de ellos son prejuicios y estereotipos que no se corresponden con la realidad.
Una de esas creencias es que los hombres solamente piensan en sexo y otra es que las mujeres no paran de hablar. Pues bien, la psiquiatra inglesa Luan Brizendine, ha publicado un estudio en el cual asevera haber comprobado que las féminas por lo menos hablan tres veces más que los hombres. Las mujeres pronuncian más de ¡20 mil! palabras por día, mientras que los varones no llegan a 7 mil. Según la doctora Brizendine, esta circunstancia tiene que ver con la conformación cerebral y con las hormonas
. Como lo indica la ciencia los cerebros de la mujer y del hombre difieren. No es al azar que las mujeres sean más emocionales que los hombres.
Las áreas del cerebro que se desarrollaron en ambos sexos tuvieron que ver con las tareas de supervivencia de la especie y con los mandatos genéticos que difieren entre los géneros.
La mujer tenía que transmitir ternura y tranquilidad a los "cachorros" humanos, además de alimentarlos de su propio cuerpo. Igualmente, debía enseñarle los rudi- mentos del lenguaje humano. Tenía que hablarles. El hombre en tanto, procuraba el sustento. Cazaba, pescaba o atrapaba alimentos lo cual le obligaba a estar en silencio.
También le tocaba defender a su familia del acecho de otros seres. Esto hizo que el hombre amoldara su cerebro hacia cómo orientarse, a manejar la rabia para enfrentar a los animales y a reprimir las emociones que pudieran debilitar su carácter de cazador y de guerrero. La mujer requería que el padre de sus criaturas permaneciera a su lado y de sus hijos, por defensa y para que aprovisionara el hogar.
Así desarrolló más las emociones, las cuales se expresan a través de los sentidos y las palabras. Sus hormonas sexuales le hicieron funcionar diferente de los animales. Tuvo sexo no sólo para procrear sino para mantener la atención de su pareja. Por su parte, el hombre prefirió estar con "su" mujer que andar combatiendo con otros varones para poseer a la hembra en celo. Juntos se amoldaron y surgió la monogamia
. Según la psiquiatra Brizendine, la testosterona y la genética sexual que le ordena al hombre tener el mayor número de hijos posible, le redujo la porción del cerebro que se ocupa de "escuchar", pero a la vez le incrementó la zona de pensamiento sexual que sería dos veces mayor que en las mujeres. De allí que "solo piensan en aquello".
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