¿A dónde fuiste, Amor; a dónde fuiste? Se extinguió del poniente el manso fuego, y tú que me decías: «hasta luego, volveré por la noche»... ¡no volviste!
¿En qué zarzas tu pie divino heriste? ¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego? ¿Qué nieve supo congelar tu apego y a tu memoria hurtar mi imagen triste?
...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso, de mi balcón atalayando vivo el campo verde y el confín brumoso;
y me finge un celaje fugitivo nave de luz en que, al final reposo, va tu dulce fantasma pensativo.