A mano amada, cuando la noche impone su costumbre de insomnio y convierte cada minuto en el aniversario de todos los sucesos de una vida; allí, en la esquina más negra del desamparo, donde el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras, los recuerdos me asaltan. Unos empuñan tu mirada verde, otros apoyan en mi espalda el alma blanca de un lejano sueño, y con voz inaudible, con implacables labios silenciosos, ¡el olvido o la vida!, me reclaman. Reconozco los rostros. No hurto el cuerpo. Cierro los ojos para ver y siento que me apuñalan fría, justamente, con ese hierro viejo: la memoria.
Poema del Autor/a: Angel Gonzalez
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