Soñé que el mundo se volvía feliz, nieve mágica de invierno sobre un mundo maravilloso. Mezcla de colores irisados y de sabores extraños como un gusto de champaña en flautas arcángeles.
Soñé que el árbol se arropaba de luces y que los pequeños diablillos colgados guiñaban la estrella guardiana del belén para para alumbrar la noche de Jesús, María y José. Y el despertar adorable de chiquillos todavía adormecidos que se arrojan sobre los regalos en la mañana.
Soñé que el Papá Noel en mis zapatos me aportaba la paz para la eternidad.