TRAS LOS PASOS
En apenas unos días, multitudinarias procesiones teñirán las calles de malva y negro. Las túnicas y los capirotes se adueñarán del entorno urbano y los penitentes pasearán sus súplicas descalzos entre callejuelas. Son las escenas que permiten reconocer la llegada de la Semana Santa, la más fervorosa manifestación religiosa celebrada en España, que se ha convertido con el paso de los años en el mejor motivo para la práctica del turismo cultural.
Aunque no siempre ha sido así. Los años posteriores a la posguerra robaron a esta celebración un buen puñado de devotos. Todavía hoy se recuerda que aquéllos fueron «los peores tiempos para la Iglesia». Sin embargo, la Semana Santa presume hoy de contar con un gran número de fieles, que se han propuesto recuperar y renovar esta fiesta popular milenaria.
Porque, pese a que la ceremonia permanece fiel a la reproducción de la muerte y resurrección de Cristo, muchas cofradías y devotos incorporan a los actos peculiaridades –en numerosas ocasiones, zonales o fruto de costumbres y tradiciones– que ofrecen una nueva perspectiva de «un ritual que parecía agotado».
La Semana Santa acoge así nuevas formas de expresión. En las siguientes líneas se desgranan algunas de ellas: procesiones que discurren en la playa, bocinazos para anunciar la muerte de Jesucristo, comidas que recuerdan el recibimiento a aquellas prostitutas que eran desterradas de los pueblos durante los días de celebración, gitanos que lloran a su propia imagen y, finalmente, las singulares ceremonias de las ciudades estudiantiles.
Guitarras y ‘quejíos’ en Málaga
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Los malagueños presumen de contar con el único Cristo gitano, tallado por Juan Vargas en 1942. / E. NIETO |
Es la tierra del sol y la luz. Donde la alegría se funde con la devoción y concibe una estampa de jolgorio capaz de desdramatizar el episodio más doloroso. Sus protagonistas, los calés malagueños, aprovechan este escenario para dar vida a una de las procesiones «que mejor cae en el pueblo», la que venera al Cristo de los Gitanos. «Van detrás de la imagen con sus guitarras y panderetas, cantando y bailando», describe el albacea de culto de la Cofradía de los Gitanos, Juan Rosén. «Son penitentes como el que más y, cada año, hay que animarles a ir más rápido, porque comienzan a hacer grupitos y se retrasan», reconoce sonriente Rosén. La ilusión se palpa en el ambiente. Por la devoción, ni se pregunta. «Somos, además, la única cofradía en el mundo que posee un Cristo de los Gitanos esculpido por un gitano», apunta orgulloso el albacea.
Las manos de Juan Vargas modelaron en 1942 la imagen de este Cristo. Dedicado al arte profano, tuvo que ser un encargo el que animara a Vargas a realizar la obra. Los pies y las manos los copió de un primo hermano; el color y el cuerpo, de otro primo; y los ojos y la cara llevan los rasgos de su hijo Antonio.
En la actualidad, la procesión se celebra a partir de las cinco de la tarde y se extiende hasta las once de la noche, «más o menos». La comitiva, compuesta por miles de personas, es una de las más numerosas de cuantas se suceden ese día en torno a la festividad religiosa y presume de haber contado en alguna ocasión con la actriz Pepa Flores o la duquesa de Alba entre sus filas. «Nunca pierden el contacto con la Cofradía», recuerda Rosén. Como otros miles de devotos, que el próximo Lunes Santo secundarán un rito que «merece todos los reconocimientos del mundo».
Procesión: Lunes Santo, 17.30 h.
Peculiaridad: Los gitanos veneran a Cristo al compás de las guitarras.
Tradición: Esta procesión se realiza desde el siglo XVI.