Entre el discorde estruendo de la orgía acarició mi oído, como nota de música lejana, el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco, formado de un aliento que he bebido, perfume de una flor que oculta crece en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa, —¿En qué piensas?— me dijo. —En nada... —En nada, ¿y lloras? —Es que tengo alegre la tristeza y triste el vino.
Gustavo Adolfo Bécquer
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