Tiemblo cuanto estoy a tu lado,
tiemblo de emoción contenida
al saberte cerca y lejana de mi vida.

Tiemblo por tu aroma de mujer;
por el huracán que en tus curvas dejas entrever;
por el río de tu cuerpo con sabor a miel.
Por las sábanas arrugadas y mojadas de sudor
y las paredes del rincón que guardan los ayeres de dolor
y los quejidos de placer.

Tiemblo por el recuerdo vivo de lo que está punto
de morir
Tiemblo por la muerte inminente de lo que un día fue
vida, luz, y risa,
y ahora es, tristeza, sombras, añoranza y melancolía.

Tiemblo por lo que fue y ya no será,
Tiemblo por lo que pudo haber sido
y por la posibilidad que de volver contigo se ha perdido
en lontananza,
se ha escondido muy adentro, en el rincón del olvido.

Tiemblo porque la probabilidad de volver contigo
se fue alejando como se aleja el sol en el atardecer
y sólo nos deja un sentimiento de pesadumbre, de angustia,
de pérdida...
y con ello la certeza plena de un daño irreparable, y de una
pérdida irrecuperable;
como si la Luna de pronto ya no volviera a iluminar
las noches,
o como si el Sol dejara por siempre de brillar.

Tú eres mi luna, mi sol, el aire que respiro.
Sin ti soy un sonámbulo que deambula perdido
en el vaivén de la vida.


