LA AMADA INFIEL
1ra. Parte- EL HOMBRE QUE AMO MAS ALLA DE LO COMPRENSIBLE
(Sermón drámatico con narrativa en primera persona, presentado por el doctor John W. Reed, profesor asociado de Teología Práctica en el Seminario Teológico de Dallas, Texas, Estados Unidos de Norte América. Tomado del Libro El Amor Que No se Apaga, de Ed. Wheat, por Editorial Betania. Titulo original. La Historia de Amor de Oseas. Copyright 1980)
A mi se me ha llamado el profeta del corazón quebrantado, pero mas bien seré recordado como el profeta del amor y la esperanza. Soy Oseas, el profeta que Dios envió a Israel, mi patria.
Los invito a mi casa en las afueras de Samaria, alli, debajo del roble, está Gomer, mi esposa. La amo como a mi propia vida. Ustedes tambíen aprenderan a amarla. Junto a ella esta sentado nuestro hijo Jezreel. Tiene 18 años de edad, es simpático y fuerte. Es un joven que vive para Dios. A los pies de Gomer, y mirándola a ella esta Ruhama, nuestra hija. ¿Ven ustedes como le brilla el cabello negro? Ella es la imagen de su madre. Hace solo seis meses que cumplio 16 años de edad. Luego esta Ammi, su hermano. Tiene 15 años y esta tan cálido y burbujeante como el arroyo que ustedes oyen a la distancia.
Estamos felices y en paz. No siempre fue así.
Comencé mi ministerio como profeta hace casi 30 años, durante el reinado de Jeroboam II. Aquéllos fueron dias de prosperidad. Las caravanas que viajaban entre Asiria y Egipto pagaban impuestos para el tesoro de Jeroboam y vendian sus bienes entre nosotros. Pero tambien no dejaron sus hijos e hijas y dioses. Estos dioses, los dioses de los antiguos cananeos, y los de Jezabeel, han tratado de conquistar los corazones de mi pueblo. Los altares que han sido construidos para las ofrendas por el pecado se han convertido en lugares para pecar.
Si ustedes anduvieran actualmente por mi tierra verían imágenes y altares en todas las arboledas. Mi pueblo tiene muchas ovejas y ganado. Algunos piensan que Baal, el llamado dios de la fertilidad, es el que da los corderos, los becerros y los frutos del campo. Toda ciudad tiene su lugar alto donde Baal es adorado. Hay un lugar alto no lejos de aqui. ¡En estos días nunca se hallan lejos de un lugar alto mientras estén en Israél.! Algunas veces oimos por la noche el ritmo de la música del sacerdote y las carcajadas de las prostitutas. La semana pasada, un hombre y una mujer que viven en la tercera casa despues del nuestra sacrificaron su bebe a Baal.
Tal vez se pregunten como pudo el pueblo de Dios hundirse en esos caminos tan impíos. Se debe a que los sacerdotes de Dios se apartaron de él. Se deleitan en los pecados del pueblo; saborean el pecado y se lamen los labios para sacarles mas gusto. Y asi "será el pueblo como el sacerdote". Por el hecho de que los sacerdotes son perversos, el pueblo también lo és. Ciertamente, Dios hará juicio. Mi bella patria se encuentra a sólo unos breves años del día en que será destruída bajo la rueda de hierro del poderoso ejército Asirio.
Si, hace 30 años, Dios me escogió como profeta para Israél. Mi Padre Beeri, y mi honorable madre me enseñaron desde temprana edad a temer a Dios, el verdadero Dios de Israel. Me enseñaron a odiar la deidad del becerro que hizo el primer Jeroboam. Nosotros orábamos todos los dias. Diariamente, añorábamos los canticos de David y sentíamos un gran deseo de que viniera el Mesías.
Mi ministerio ha sido siempre dificil. Los primeros diez años fueron los dias ardientes de mi tercera década de vida. Mis sermones eran de fuego. Sentía dolor en mi corazón por mi pueblo. Se me ponía muy poca atención y generalmente se burlaban de mi. Cuando ya tenia 32 años de edad. Dios me dió una sacudida y pasé muchos dias en oración y meditación. Me senti solo, necesitaba compañía.
Las primeras heladas de otoño habían teñido las hojas cuando fui con mis padres a visitar a Diblaim. las actividades de mi ministerio me mantenía tan ocupado que no había visto a mi familia durante varios años. Estamos conversando vivamente cuando pasó por la puerta una señorita, niña linda y algo malcriada. Pero era ella una mujer de perturbadora belleza. Su cara de marfil estaba enmarcada en una rica y negra cabellera. Su sorprendente belleza me fascinó y tuve una gran dificultad para apartar mis ojos de ella.
Cuando regresamos a nuestra casa aquel día, mi padre y yo hablamos acerca de muchas cosas. Sin embargo, en mente estaba fija la imagen de la israelita de cabellera negra. Mi padre y Diblaim tenían una amistad floreciente, y a menudo, yo viajaba con él para visitarlo. Gomer me atrajo de una manera extraña. Diblaim y mi padre hablaban incensantemente.
Luego un dia mi padre me asombró con una proposición; "Oseas, deseo que te cases con Gomer". No había duda de que yo amaba a Gomer´. Pero había algo en ella que me afligía. Como la mayoría de las mujeres de su tiempo, a ella le encantaban los vestidos costosos, las joyas, y los cosméticos. Yo acepté eso como parte de su feminidad. Pero para su edad, ella parecía esta demasiado experimentada en las cosas del mundo.
Sin embargo, yo la amaba. Mi padre quería que me casara con ella. Yo sabía que mi amor hacia Dios la rescataría a ella de cualesquieras caminos errantes. Dios me confirmo que Gomer era en realidad la mujer que el también había escogido para mi.
Yo la corteje con la pasión de un profeta. Dios me había dado el don de la poesía, y yo inunde a Gomer con palabras de amor. Ella respondió a mi amor. Juntos nos colocamos debajo del pabellón salpicado de flores del altar matrimonial hebreo y prometimos amor eterno a Dios y el uno para el otro. Juntos oímos la lectura de las leyes del matrimonio. Oímos cuando se nos recordó que el matrimonio entre Dios e Israél, como nación, era su esposa.
Llevé a Gomer a mi hogar. Leímos juntos el Cantar de los Cantares de Salomón. Comimos el dulce fruto de su jardín de amor. Ella fue refrescante para mi como el primer higo de la cosecha. Gomer parecía estar contenta con el amor de Dios y Oseas. Yo miraba hacia el futuro con esperanza.
Poco después del primer aniversario de nuestra boda, Gomer me dio un hijo. Yo busque el rostro del Señor, y supe que el nombre de él había de ser Jezreel, ciertamente vendría el juicio de Dios. Esto me hizo recordar la clase de tiempos en que viviamos.
Con el nacimiento de Jesreel, me parecio que Gomer había cambiado. Yo la sentía distante y le observaba una luminosidad sensual en los ojos. Pensé que eso era una reacción ante la posibilidad de cuidar a nuestro hijo. Aquellos días fueron ocupados. El mensaje de Dios casi me quemaba, y yo lo proclamaba por toda la tierra.
Pronto Gomer estaba esperando otro hijo. Esta vez nos nació una hija. Dios me dijo que la debía llamar Lo-ruhama. Esto era un nombre extraño y a mi me afligió profundamente, pues significa: "No compadecida". Porque Dios dijo: "...no me compadecer´ más de la casa de Israel, sino que la quitare del todo".
Después de eso, Gomer comenzó a retirarse de mi. A menudo, después de acostar a los niños, se iba y no volvía hasta al amanecer. Cada vez estaba mas agotada, macilenta y rebelde. Busqué todas las maneras posibles para restaurarla y que volviera a mí, pero de nada me servían.
Unos 18 meses después, nació otro varoncito. Dios me dijo que lo llamara Lo-ammi, que significa "No pueblo mío". Dios le dijo a Israél: " ...vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios". Una espina me penetró en el corazón. Supe que este niño, no era hijo mío, y que su hermana no era fruto de mi amor. Esos fueron dias de profunda desesperación. Ya no podía cantar los canticos de David. Tuve quebrantamiento de Corazón.
"2da. Parte
Después de que Lo-ammi fue destetado, Gomer se alejó completamente de mí, y no volvió. Yo me convertí en padre y madre de los tres niños.
Yo senti una plaga en mi alma. Mi ministerio parecía paralizado por la desobediencia de mi esposa. Me parecía que mis oraciones se hundían. Pero luego, el Señor me sacudió. Llegué a entender que Dios iba a usar mi experiencia como una ilustración de su amor por Israél.
Volví a sentir amor por Gomer, y comprendí que no podía abandonarla. La busqué por toda Samaria. La encontré en la destartalada casa de un israelita carnal y disoluto que no tenía medios para sostenerla. Le imploré a que ella que regresara. Ella despreció mis suplicas. Con el corazón quebrantado, regresé a casa con los hijos, y ´gemí y ore.
Se me ocurrió un plan. Fui al mercado, y compré ropa y alimentos para Gomer. Compré las joyas y los cosméticos que a ella le encantaban. Luego, busqué en privado a su amante. El sospechaba que yo había llegado para hacerle mal. Cuando le dije mi plan, una sonrisa socarrona se le dibujó en la cara. Si yo no podía llevar a Gomer a casa, mi amor no m permitía verla en necesidad. Yo le proveería de todo lo que ella necesitara, y ella podría pensar que tales provisiones venian de su amante. Nos estrechamos las manos por el buen negocio. El tuvo dificultad para cargar las provisiones. Yo le seguí en las sombras.
Ella salió a recibirlo con regocijo y lo cubrió de amor. Le dijo que esperara fuera de la casa, mientras ella se cambiaba la ropa sucia y desgastada por la nueva. Después de un tiempo que parecieron ser horas, ella volvió a aparecer bien vestida con radiante esplendor, como la Gomer que el vi el primer día en el hogar de su padre. Su amante se acercó para abrazarla, pero ella le rechazó, y la oí decir: "No, ciertamente la ropa, la comida y los cosméticos no vienen de tu mano, sino de la mano de Baal, que da todas estas cosas. Estoy resuelta a expresar mi gratitud a Baal sirviéndole como sacerdotiza en el lugar alto".
Eso fué como si de repente me hubierne encerrado entre piedras. No me podía mover. La vi cuando se retiró. Ella parecía como la novilla rebelde que yo había visto en mi juventud en el rebaño de mi padre. No podía evitar el andar descarriada. Cuanto mas trataba yo de restaurarla, tanto más se alejaba de mi. Con la debilidad que me producía el dolor interno, me marche tambaleéandome a mi casa, para pasar noches de insomnio y dias de confusión y dolor.
Gomer se entregó con atolondrado abandono a los requerimientos de su papel como sacerdotiza de Baal. Con todo anhelo, prostituyó su cuerpo entregándolo a la perversa voluntad de los adoradores de la sórdida deidad.
Mi ministerio se convirió en un peregrinaje de dolor. Me convertí en un objeto de escarnio. Me parecía que que el castigo por el pecado de Gomer, y de todo mi pueblo, había caído sobre mí.
Volví a acudir a Jehová. Mi padre y mi madre me ayudaron con el cuidado y la educación de los tres niños. Ellos respondían con amor y obediencia, y llegaron a ser el bálsamo de Galaad para mi herido corazón. Pasaban los años y yo proclamaba el mensaje de Dios a través de la tierra. Diariamente, oraba por Gomer, y mientras oraba, el amor cantaba en mi alma.
Ella era mi sueño nocturno y era tan real que al caminar, a menudo, sentía como si ella me acabara de abandonar de nuevo.
Los años pasaban, pero los sacerdotes de Baal la tenían en sus mortales garras.
Sólo hace poco más de un año que ocurrió lo extraordinario. El color de la primavera estaba comenzando a tocar nuestra tierra. En la mitad de la meditación de la mañana, me pareció que Dios me movía para que fuera a estar entre el pueblo de Samaria.Me conmoví con un sentido de profunda esperanza. Vagué por las calles.
Pronto me encontre de pie en el mercado de esclavos. Era un lugar que yo detestaba. Luego vi que un sacerdote de Baal llevaba a una mujer hacia la subasta de esclavos. El corazón me paralizó. Era Gomer. Ciertamente, tenía una apariencia horrible, pero era Gomer. Completamente desnuda, se paró en la plataforma de subasta. Pero ningún hombre se le quedó mirando con lujuria. Ella estaba quebrantada, macilenta y muy delgada. Las costillas se le pronunciaban de bajo de la piel. Tenía el cabello sin brillo y tocado con vetas grises. En losojos, tenía el relumbrón de la locura. Yo lloré.
Luego, la voz del amor de Dios susurró suavemente a mi corazón. Confundido, hice una pausa. La subasta llegó a 13 siclos de plata antes que yo comprendiera plenamente los propósitos de Dios. Ofrecí 15 siclos de plata. Hubo una pausa. Una voz alrededor de la multitud que dijo: "Quince siclos de plata y un homer de cebada"
"Quince siclos de plata y un homer y medio de cebada", grité. Había terminado la subasta.
Cuando me subí a la plataforma donde subastaban a los esclavos, un murmullo de incredulidad surgió a través de la multitud. Me conocían y conocían a Gomer. Se inclianron hacia adelante para esperar y ver lo que acontecería. Ciertamente, yo la mataría ahi mismo por desobediencia. Pero de mi corazón fluyo el amor.
Me paré frente a Gomer y clamé al pueblo: "Nación de israel, he aqui lo que Dios dice: "aparte, pues, las fornicaciones de su rostro, y sus adúlterios de entre sus pechos; no sea que yo la despojé y desnude, la ponga como el día que nació, la haga como un desierto, la dejé como una tierra seca, y la mate de sed"
Grité a un comerciante que estaba en un quiosco cercano: "Traeme ese manto blanco que tienes al fin del perchero".
Le pagué el precio que él indicó. Luego, extendí con ternura el manto alrededor del extenuado cuerpo de Gomer, y le dije: "Gomer, tu eres mía por derecho natural que le corresponde al esposo. Ahora, también eres mía porque te compré por precio. Ya no andarás errante de mí ni harás el papel de prostituta. Tienes que estar confinada durante algún tiempo y luego te restauraré al goce pleno de tu feminidad"
Ella suspiró y cayó despamayada en mis brazos. Mientras yo la sostenía, hablé a mi pueblo: "... muchos diás estarán los hijos de Israél sin rey, sin principe, sin sacrificio, sin estastua, sin efod y sin terafines. Después volverán los hijos de Israél, y buscarán a Jehová Dios, y a David su rey; y temerán a Jehova y a su bondad en el fin de los días. Y donde se dijo de Israel: Lo-ruhama, tu no eres amada, se dirá ´Ruhama, eres amada´. Porque el amor de Dios no te abandonará, sino que te perseguirá a través de tus dias. Y donde Israel fue llamado Lo-ammi, tú no eres mi pueblo´, se dirá Ámmi, tue eres el pueblo del Dios viviente, , porque te perdonaré y te restauraré".
Regresé a casa con mi fragil carga. Le serví de enfermero a Gomer hasta que volvió a tener salud. Diariamente, le leía los escritos de Dios. Le enseñé a cantar el canto de arrepentimiento de David, y luego, juntos cantamos los cantos de alabanza y regocijo de David a Dios. En medio del canto, la restauré para Dios, para nuestro hogar y para nuestros hijos.
¿No ves ustedes cuán hermosa es ella? Yo la he amado siempre, aun cuando se hallaba en la profundidad de su desobediencia, porque mi Dios la amó. Gomer respondió al amor de Dios y al mío. Ella no me llama "mi señor", sino "mi esposo". Y el nombre de Baal nunca ha vuelto a estar en sus labios.
Ahora, pueblo mío, oye mi mensaje, y da una respuesta nueva, porque soy un profeta que ha sido conmovido por una gran verdad. He llegado a comprender en lo profundo de mi ser ¡cuán desesperadamente ama Dios a los pecadores. !Cuán deliberadamente los busca! ¡Cuán devotamente los atrae a sí!