En unas tierras lejanas, existía un Rey muy sabio y bondadoso;
cierto día el rey había salido a pasear por los jardines de su
castillo, pero para su sorpresa, junto al camino estaba un mendigo
que clamaba a fuerte voz misericordia, ya que tenía días sin comer
y no poseía dinero para comprar.
El rey movido a misericordia se acercó a auxiliar a aquel mendigo,
pero sabiamente le preguntó, qué tenía él para ofrecerle a su rey;
el mendigo sorprendido notó que cargaba un saco de mazorcas que
había recogido en el campo, y solamente sacó dos mazorcas de
todas las que tenía, para dárselas al rey, pues pensaba que este no
tendría necesidad de sus dádivas, pues era un rey y vivía cómodamente
en el palacio, saciándose de los mejores manjares.
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