Tú eres alfa y omega de mi vida.
De lo que fui sin Tí ya no me acuerdo:
borré toda la estela de mi barco
al entrar al abrigo de tu puerto.
Cuando ya no encontraba más caminos
Tú me abriste camino en el desierto,
y cuando agonizaba de sed ciega,
transido de bajar a pozos secos,
me abriste manantial de linfa viva,
inagotable, eterno.
Tú eres en la noche de mi mundo
y pálpito de vida de mi pecho.
Donde todo se cierra, Tú eres arco
de triunfo a lo infinito siempre abierto.
Empiezas donde todo se termina
y, antes de todo amanecer despierto,
me llevas de tu mano poderosa
a ver las maravillas de tu Reino
-como a tu siervo Juan desde desde su isla-
sin fronteras de espacio ni de tiempo.
-- Santos García Rituerto --