He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. Apocalipsis 16: 15
Siempre ha existido un profundo grado de fascinación con el tiempo del fin. Desde el mismo principio del cristianismo ha habido individuos que estudian las Escrituras con el inútil afán de poner fecha y hora al regreso de nuestro Señor Jesucristo.
También hay quienes, al ver la propagación intensa del mal en nuestro mundo, creen o deducen que el fin está cerca. Es casi seguro que los debates relacionados con la fecha del glorioso retorno del Señor por su pueblo continuarán hasta que baje el telón y se cierre el drama del pecado.
Por desgracia, existe el peligro de que los debates generen más calor que verdad y ayuda. Lo peor es que las preocupaciones por la fecha del retorno del Señor nos distraigan y apartemos los ojos de Aquel que dijo: «He aquí yo vengo en breve».
Hace aproximadamente dos mil años, los discípulos, preocupados, le formularon la misma pregunta a Jesús: «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?» (Mat. 24: 3).
No nos preocupemos tanto por la fecha como de nuestra preparación. Escuchemos el consejo de Jesús: «Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mat. 24: 44).
Aunque los teólogos no estén de acuerdo en los detalles de la venida de Jesús, hay una cosa que todos ellos proclaman de manera unánime que se basa en la segura Palabra de Dios: «¡Él viene!» La única pregunta que debemos formularnos con plena conciencia es esta: «¿Estoy listo para la venida del Señor Jesús hoy?»
Ningún cristiano puede jugar con este asunto. Por eso, debemos estar preparados como si fuera a venir hoy. ¿Y por qué hoy precisamente? Porque, aunque debemos desear que Dios no permita que nada malo le ocurra a nadie, la vida es frágil y breve. ¿Y si la muerte nos sorprendiera hoy? ¿Estaríamos listos?
Cada día debemos responder esta pregunta, porque, en efecto, no fue ayer; mañana, no sé; pero, ¿qué tal si fuera hoy?
Las manos poderosas de Dios están sobre nosotros para protegernos hoy de todo mal y peligro. Pero nuestro deber hoy es responder a esta pregunta: «Si Jesús viniera hoy, ¿estaría yo listo para disfrutar de la gloria eterna preparada para mí?»
Quiera Dios que tú prepares tus maletas hoy, como si estuvieras a punto de presenciar aquel magno acontecimiento., proclamando en cualquier momento a viva voz: «¡Sí, ven, Señor Jesús!»
Graciela
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