Miré a mi padre por última vez antes de que finalmente lo enterrasen. Y me dije a mí misma: "Te perdono, Papá". Le he perdonado pero no he olvidado la confusión, el terror y el abuso que atravesé.
Mi padre trabajaba la mayor parte del tiempo mientras yo crecía. Pero cuando estaba en casa, era violento. Recuerdo llorar en medio de la noche mientras escuchaba cómo golpeaba a mi madre. Podía escuchar sus sollozos. Y yo lloraba porque no podía hacer nada al respecto.
Le tenía terror. Estábamos supuestos a no hacer nada malo de acuerdo a sus términos. Cuando tenía seis años de edad, me empujó la cabeza tan duro contra el piso que todavía tengo la cicatriz en mi frente.
Cuando le diagnosticaron depresión a mi madre, los cuatro hermanos tuvimos que mudarnos y vivir con él. Él empleó a alguien que nos cuidase mientras el trabajaba.
Había tanto temor en nosotros cuando el volvía. Mi padre estaba tan disgustado con uno de mis hermanos que un día le dio una paliza y quería echarlo de la casa. Observé aquel episodio con horror.
A partir de entonces, intenté no cometer errores. Lloraba por dentro porque no quería oír ningún lloriqueo. Y continué viéndole expresar su ira con el resto de mis hermanos. Esta niña ha crecido y no va a llorar en silencio más nunca.
Fatimah Musa
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño.
1 Cor 13:11