Un rayito de sol
Después de unos días de un calor casi infernal, había estado lloviendo durante toda la noche, era una de esas típicas tormentas de verano que ayudan a aligerar un poco el ambiente.
Él, apenas si había podido dormir, agazapado entre sus sabanas de algodón, con el nerviosismo de su primer día y deseando qué las horas pasaran lo más rápidas posible.
Se había entretenido hablando con las estrellas, que no tenían mucho trabajo en esa noche, escuchando las historias que estas le contaban, sobre los seres que habitaban la tierra, sobre unas cosas que se llamaban sentimientos y que por lo visto lo mismo les hacia muy felices, que les hacia llorar o sufrir, sobre todo de algo llamado amor y de como algunos enamorados les confiaban en ellas sus cuitas amorosas y como incluso muchos, les dedicaban poemas.
- ¿Amor? ¿Que será eso? ¡Pobre de mí! No tengo ni idea, cuantas cosas me quedan por descubrir y por lo que explican debe de ser algo muy hermoso... ¡Huí! Que ganas que tengo de verlo todo.
Por fin parecía que se acercaba el momento, pero en aquella mañana lluviosa, su padre estaba oculto por las nubes que no dejaban filtrar su luz, parecía como si al amanecer le costara trabajo arrancar.
Sus hermanos se empecinaban en chocar incasables contra las nubes, en su intento de traspasarlas, pero estas compactas y muy espesas no los dejaban.
Sin embargo, él, un rayito pequeñito de color dorado brillante, no quería conformarse con esta suerte... Era su primer amanecer y quería ver eso de lo que tantas veces había oído hablar a sus mayores... Eso de lo que hablaban las estrellas... Eso de lo que la Luna y su padre discutían tan a menudo... El MUNDO Y LA VIDA.
Quería asomarse a la tierra y conocer algún ser humano, porque, por lo que decían era algo maravilloso, la mejor creación del universo.
Así que andaba cabizbajo y triste, paseando incesantemente de un lado a otro, por la alfombra gris oscura que el cielo había ido formando.
Dio en pasar por allí, el hada del amanecer, envuelta como siempre en su vestido de niebla blanca, brillando en su pelo dorado las gotas de rocío y con ese halo de luminosidad azulada que le servia de capa, tenía dibujada en su carita de sueño una sonrisa adormilada y sus ojos lánguidos permanecían aun medio cerrados.
Se fijó en el pequeño, vio su pena, el brillo triste que desprendía y le preguntó que le pasaba.
Él le contó sus deseos, sus ilusiones, sus esperanzas, como había estado esperando ese día con verdadera ansiedad y como el dios de las tormentas había desbaratado en unas horas, todas sus pretensiones.
Ella lo escuchó con paciencia y simpatía, le sonrió y se compadeció de su pena... tomó ayuda del viento y soplando abrió un hueco por el que pudiera filtrarse.
Quiso la casualidad o quizás el hada lo hizo con toda su intención, que aquel “huequito” diera directamente sobre una ventana entreabierta de un pueblecito de la costa.
El rayito de sol se coló contento, no sin antes darle las gracias y corrió a asomarse curioso, por entre las rendijas de la persiana.
¡OH! Exclamó, al ver un hombre que descansaba plácidamente, sobre su cama.
Se adentró para examinarlo bien, quería acercarse más y acariciarlo, le habían dicho que cuando se tocaba la piel de un ser humano, esta desprendía calor y ¡¡claro!! Él quería comprobarlo.
Se posó en su cuerpo desnudo, subió por sus piernas...
Era una sensación muy agradable, su piel era suave, se enredo en su vello, le hizo cosquillas¡¡¡, siguió subiendo por su vientre y se coló en el ombligo,¡¡que curioso agujerito!!, Avanzó en su ascenso y se paro un momento en su pecho, que subía y bajaba al compás de la respiración...
-¿Qué será ese ruido?..bumm... bummm...bummm...bummm-
Debe ser una maquinita que tiene dentro¡¡¡
Subió por su garganta, que también emitía pequeños sonidos y se poso en su rostro.
Suavemente y despacito lo fue estudiando todo, se dejo caer como por un tobogán por su nariz. Jeje... ¡¡Le pareció graciosa!!. Su boca...
Una boca jugosa y carnosa y que en sus labios dibujaba una sonrisa de calma, el mentón era fuerte... con un hoyuelo en medio, dibujo círculos en sus mejillas y de pronto se paro en sus ojos... ¡qué susto!!
Al contacto con ellos, estos se abrieron y lo miraron… ¡Qué bonitos!! Parecían dos trocitos de caramelo.
El hombre empezó a desperezarse y el rayito nervioso sin saber que hacer, le dio un suave beso y se marchó corriendo a esconderse entre las nubes, pero feliz porque había hecho realidad uno de sus sueños.