La ley de la siembra y la cosecha
2 Corintios 9:6-12:21 “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Cor. 9:6).
Así funciona el reino de Dios; todo comienza con una semilla sembrada que tiene el potencial suficiente en su interior para desarrollar una cosecha. Sin la siembra no hay cosecha. El reino de Dios tiene semillas para cada necesidad y cosechas para toda bendición. El asunto es aprender a sembrar, conocer correctamente cómo opera esta ley y ponerla en práctica.
¿Deseas amor? Siembra amor. ¿Deseas finanzas? Siembra dinero. ¿Deseas amigos? Siembra amistad.
La siembra y la cosecha es una ley ineludible. Pablo explica esto a los Corintios para enseñarlos respecto de la generosidad del reino. En el reino la cosecha siempre sobrepasa en mucho a la semilla; sin embargo, ha de sembrarse. Los cristianos de Corinto habían estado cortos en este rubro, no eran buenos sembradores; de hecho, ¡habían sido pésimos! Casi nulos. Pues a pesar de ser económicamente muy prósperos, no invertían en la obra de Dios, especialmente habían sido escasos respecto de apoyar los ministerios. Ni siquiera en el apóstol Pablo, que era su fundador, habían sembrado ofrendas. Por el contrario, cuestionaban su autoridad y los motivos de su trabajo. Cada vez que alguno tiene problemas con el dinero, acusa a los ministros de enriquecerse ilícitamente.
Así que Pablo les escribe valientemente. Los corintios debían aprender acerca de la ley de la siembra y la cosecha. Requerían hacer a un lado sus prejuicios y la avaricia de su corazón para comenzar a sembrar. La ley es directa: sembrando cosechamos. Pero también es una ley equivalente: se cosecha según lo sembrado. Siembras con escasez, recibes con escasez; das con generosidad, recibes con magnanimidad. La ley funciona tan cierta como la ley de gravedad. No importa si eres cristiano o no, la ley de gravedad funciona para todos; así es la ley de la siembra y la cosecha, funciona para todos. Es una ley establecida antes de la caída, el primer oficio humano fue labrar el huerto de Edén; ¿no te dice nada esto?
Si algo te ha faltado en la vida, no pienses en los frutos, sino en las semillas. No recibes porque no das. Si hay un área en tu vida que tiene escasez, entonces hay un área en tu vida que carece de siembra. Tus hijos te amarán si les dedicas tiempo de verdad. Tu trabajo prosperará si eres diligente al trabajar. Tu cuerpo será saludable si lo alimentas y cuidas apropiadamente con descanso, ejercicio y limpieza. Siembra y cosecha.
Respecto de las palabras del apóstol, los cristianos del primer siglo suelen tener el mismo problema que los cristianos del siglo XXI: prefieren comerse la semilla que sembrarla. ¿Cuánto dinero ha pasado por tus manos? ¿Y cuánto de ese dinero has invertido en la iglesia? ¿Cuánto has utilizado en tus propios gustos? Si eres honesto reconocerás que la mayoría de los creyentes invierten sus finanzas más en sí mismos que en el reino de Dios. Suponen que sembrar la semilla es perderla, así que prefieren comérsela. ¿Cómo recibirán su verdadera cosecha? Me gusta la generosidad del reino. Dios no desea lo tuyo, sino que te desea a ti; por eso es que te enseña a dar para que aprendas a ser un buen administrador del reino, pues el anticipo de bienes presentes tiene como propósito entrenarte para el ejercicio y administración de bienes futuros, los cuales son incalculables. “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Luc. 16:10-13). ¡Te espera una enorme riqueza! Así que empieza a sembrar la semilla que tengas. Vuelvo a decirlo: me gusta la generosidad del reino de Dios. Pablo continuó diciendo: “y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (1 Cor. 9:8). ¿Notaste cuántas veces aparece la palabra “todo”? Esto te habla de abundancia: ¡toda gracia, todas las cosas, todo lo suficiente, toda buena obra! ¡Aleluya! No te comas la semilla, invierte en la obra de Dios. Después de todo, Dios da semilla al que siembra y no al que no siembra (vr. 10).
FUENTE: La Biblia en un año
http://www.nuevaalianza.com/?tag=devocionales
Fanny
DANIELA
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