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General: EL EVANGELIO DE HOY 10 DE JUNIO DE 2012.DIOS LOS BENDIGA.FELIZ DOMINGO
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De: hermes sarmiento  (Mensaje original) Enviado: 10/06/2012 14:05

 

El Evangelio DE

 Hoy DOMINGO 10 DE JUNIO DE 2012.

X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. 

 Solemnidad. EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.

¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!

“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.

Con alegría leamos la palabra.

Habla Señor, qué tu siervo escucha”.

Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla  con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen

Primera Lectura.

Éxodo 24,3-8
*Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros*

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: "Haremos todo lo que dice el Señor." Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: "Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos." Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: "Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos."

Meditación

Repitámoslo una vez más, si leemos esos viejas textos no es para hacer arqueología. Aunque es evidente la utilidad de un comentario que ayude a comprender los hechos históricos antiguos y costumbres de una civilización caducada ya en muchos países actuales. Pero los sentidos profundos son siempre válidos y también lo son los hábitos de Dios que los expresan.

Bajó Moisés del Sinaí y refirió al pueblo todas las palabras del Señor... El pueblo respondió a una voz: «Cumpliremos todas las palabras que el Señor ha dicho." Todos habremos notado ese detalle significativo: al pueblo de Israel le fue mandado guardar las distancias, quedarse al pie de la montaña, bajo amenaza de muerte a quienquiera quisiera acercarse (Éxodo 19 12).
El «sentido» de ese rito es claro y siempre actual, aunque se deba traducir HOY de otro modo: Dios es misterio, Dios es lo absoluto, un foso infranqueable separa a la criatura del Creador... sin embargo, Dios ha previsto unos puentes para salvar esa distancia, Moisés sube hacia Dios sirve de intermediario.
Jesús, sobre todo, será ese mediador que nos acerca Dios y abre el diálogo definitivo, esta Palabra a la que nosotros podemos responder.

«Esta es la sangre de la alianza que según todas estas palabras, el Señor ha establecido con vosotros. Son casi las mismas palabras que empleó Jesús para expresar la nueva Alianza en su propia sangre.

El cristiano debería vivir sin desaliento alguno: porque participa del plan de Dios sobre el mundo y es el aliado del proyecto divino que no puede fallar.

Salmo:115

*Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.*

¿Cómo pagaré al Señor  todo el bien que me ha hecho?  Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.

Segunda Lectura

Hebreos 9,11-15
*La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia*

Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
Palabra de Dios.

Meditación

La carta a los Hebreos es uno de los escritos más densos del NT. En este texto se nos exhorta desde la teología sacrificial,  que  pone de manifiesto que los sacrificios de la Antigua Alianza no pudieron conseguir lo que Jesucristo realiza con el suyo, con la entrega de su propia vida. Y esto lo ha realizado «de una vez por todas» en la cruz, de tal manera que los efectos de la muerte de Jesús, la redención y su amor por los hombres, se hacen presentes en la celebración de este sacramento. El recurrir a las metáforas y al lenguaje de la acción sacrificial puede que resulte hoy poco convincente, fruto de una cultura que no es la nuestra. No obstante, la significación de todo ello nos muestra una novedad, ya que todo se apoya en un sacerdocio especial, el de Melquisedec y en una entrega inigualable.

Es uno de los momentos álgidos de la argumentación de la carta. Está hablando del sacrificio de la propia vida que logra una Alianza eterna. Es esa alianza que prometieron los profetas, porque ellos vieron que los sacrificios rituales habían quedado obsoletos y la alianza antigua se había convertido en una “disposición” ritual. Cristo no viene a instaurar nuevos sacrificios para Dios (no los necesita), sino a revelar que la propia vida entregada a los hombres vale más que todo aquello. Así es posible entenderse a fondo con Dios. Es en la propia vida entregada como se logra la comunión más íntima con lo divino, sin necesidad de sustitutivos de ninguna especie. La muerte de Jesús, su vida entregada a los hombres y no a Dios, es el “testamento” verdadero  del que hacemos memoria.

Santo Evangelio:

Marcos 14,12-16.22-26
*Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre*

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" Él envió a dos discípulos, diciéndoles: "Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena." Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomad, esto es mi cuerpo." Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: "Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios." Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Palabra del Señor.

Reflexión

En Marcos, la institución de la eucaristía, celebrada en el marco de la última cena del Señor con sus discípulos, está tan ligada a la muerte del Señor que es, además de una anticipación sacramental, también una profecía de la misma.

La Iglesia, obediente a este mandato, realiza este sacrificio y así «anuncia la muerte del Señor, proclama su resurrección y espera su venida en la gloria». Cristo, de modo admirable, sigue estando en medio de los suyos, les hace participar en el sacrificio de la redención y se hace alimento y bebida para su alimento espiritual. Alimentados con el cuerpo y la sangre de su Redentor, todos los redimidos se convierten en «un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo».

La alianza se estipula sobre la base de un compromiso recíproco: Dios se compromete a ocuparse de su pueblo, a guiarlo, a protegerlo y a salvarlo en caso de peligro; el pueblo, por su parte, promete a Dios observar su ley. Leemos en el libro del Éxodo: Moisés «tomó el documento del pacto, el libro de la ley, y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió: Haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos».

La Carta a los Hebreos reconoce a este acontecimiento el significado de establecimiento de la nueva alianza. El autor declara que Jesús se ha convertido en «mediador de una nueva alianza» gracias a su sangre o, más exactamente, gracias a su ofrenda, que da todo su valor a su sangre.
Jesús entró en el santuario celestial, en la intimidad de Dios, con su cuerpo humano resucitado y por medio de su sangre, es decir, mediante la ofrenda de su vida. Dice la Carta a los Hebreos: Cristo «llevando no sangre de cabras y becerros, sino su propia sangre, entró de una vez para siempre en el santuario». La sangre de Jesús está llena de valor, porque es el signo de su ofrenda: «cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios».
Jesús es, al mismo tiempo, víctima y sacerdote en su sacrificio. Es víctima digna de Dios, porque no tiene mancha. Es sacerdote capaz, porque se ofrece a sí mismo, bajo el impulso del Espíritu eterno, es decir, del Espíritu Santo. Por eso su sacrificio es plenamente eficaz. Tiene la doble eficacia de purificar y santificar. Purifica nuestra conciencia de las «obras muertas», o sea, de los pecados. Jesús, con su muerte ofrecida por los pecados de los hombres, nos ha obtenido la purificación interior que necesitábamos. Y, por otra parte, su sacrificio nos comunica la santificación necesaria para servir al Dios vivo.

La nueva alianza establecida por Jesús no tiene absolutamente ninguna necesidad de ser instituida de nuevo. Ha sido establecida de una vez por todas, porque ahora sigue siendo eficaz para purificar del pecado y para santificar. Se trata de una victoria completa y definitiva.
Esta nueva alianza es ante todo un don de amor. Nos la ha obtenido el corazón de Jesús. Y nosotros debemos estar repletos de alegría en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo por su victoria, y llenos de gratitud por el inmenso amor con el que se ofreció a sí mismo para establecer una alianza eterna entre Dios y los hombres.

Escucha, Padre santo, las súplicas de tu familia, reunida para celebrar el sacramento pascual del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo; y derrama sobre ella la abundancia del Espíritu Santo para que, por la participación en tus dones, nuestra vida se convierta en una continua acción de gracias y en la expresión de aquella perfecta alabanza que ha de tributarte toda criatura en el cielo y en la tierra. Ayúdanos, Señor, a practicar, a cumplir tu voluntad, en el núcleo de nuestras existencias cotidianas.

Señor Jesús, que partiste y repartiste tu pan, tu vino, tu cuerpo y tu sangre, durante toda tu vida, y en la víspera de tu muerte lo hiciste también simbólicamente; te pedimos que cada vez que nosotros lo hagamos también "en memoria tuya" renovemos nuestra decisión de seguir partiendo y repartiendo, como tú, en la vida diaria, nuestro pan y nuestro vino, nuestro cuerpo y nuestra sangre, todo lo que somos y poseemos. Te lo pedimos a ti, que nos diste ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo,

Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que sea.” Padre lleno de amor, tú que te complaces en la misericordia y no te dejas ganar en generosidad y compasión, perdona siempre nuestras faltas y todo aquello con lo que herimos a tus hijos alejándonos así de tu casa y de tu mesa, así, con la luz de tu Espíritu Santo reconoceremos que tu amor es más grande que nuestras faltas y volveremos a ti con un corazón contrito y humillado.  Gloria y alabanza a ti, Señor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Por Jesucristo nuestro Señor.Amen,y Amen .

GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS

Hermes Sarmiento G.

De Colombia

Cristiano católico

* Te agradecería compartieras con tus amistades este mensaje.
Con el mayor de mis respetos.

Saludos, Dios los Bendiga. *

GRACIAS POR TU AMISTAD, FELIZ DIA.

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: simplementeGrace Enviado: 12/06/2012 04:35


 
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