Los discípulos piden explicación
Probablemente, todos los que escuchaban tenían experiencia de la semilla lanzada a voleo, conocían las inquietudes por la cosecha abundante o malograda. Quizá por esto no era difícil extraer consecuencias espirituales, pero los discípulos piden la explicación del Maestro para comprender, y reciben una primera lección sobre la necesidad de tener el corazón bien dispuesto y sobre las malas consecuencias de la dureza de corazón: "Los discípulos se acercaron a decirle: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha dado. Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Con el oído oiréis, pero no entenderéis,
con la vista miraréis, pero no veréis.
Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos,
y han cerrado sus ojos;
no sea que vean con los ojos,
y oigan con los oídos,
y entiendan con el corazón y se conviertan,
y yo los sane.
Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron"(Mt).
La explicación para los que están bien dispuestos es la siguiente:
"Escuchad, pues, la parábola del sembrador. Todo el que oye la palabra del Reino y no entiende, viene el maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. Lo sembrado sobre terreno rocoso es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropieza y cae. Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril. Por el contrario, lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta"(Mt).
El fruto depende de la libertad del hombre
La semilla tiene poder de fructificar siempre; pero el fruto depende de la libertad del hombre, que puede estar condicionada por el maligno, por la propia inconstancia o por las dificultades –externas o internas-, o por la seducción del mundo y las riquezas. La misma variedad de frutos muestra la calidad de la fe y de las buenas disposiciones en los que la escuchan y llevan a la práctica la doctrina. El mensaje es claro en esta parábola acerca del reino, que no puede darse con violencia, sino que debe ser aceptado con libertad para arraigar y dar fruto.
Nos preguntamos ahora, ¿cuanto tiempo disponemos para Jesús?
¿Qué atractivo tiene para nosotros oír sus enseñanzas? ¿Tenemos interés en conocer su palabra?, me hago la pregunta en razón de que es cierto que conocemos a personas que muestran antipatía por saber que decía el Hijo de Dios.
¡El que tenga oídos, que oiga! Para algunos puede significar el esmero con el cual se oye la Palabra del Señor. Para llamar la atención a alguien se le dice te entra por un oído y sale por el otro.
Pero la frase de Jesús es más bien, un anticipo, un toque de alerta. Un llamado a meditar.
Jesús nos enseñas a través de narraciones de sucesos sencillos, “La Parábolas”, con ellas aprendemos enseñanzas de alguna verdad importante, especialmente en el aspecto moral, estos relatos fáciles de comprender generalmente llegan fácilmente al corazón de los hombres.
El mismo Jesús se encarga de explicarles a sus discípulos el significado de la parábola del sembrador y lo hace con cuatro tipos de oyentes de la Palabra de Dios. Es así como nos explica como hay tres tipos de personas que no logran entenderla, aunque la escuchen. A uno de ellos el Maligno se la arrebata desde el mismo corazón, a otro aunque la acepta con alegría, la inconstancia no le deja que ésta fructifique, más aún ante cualquier dificultad todo lo que había recibido se le extingue, luego un tercer tipo de persona que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo material ahogan esta semilla de espiritualidad, la seducción de las riquezas la asfixian.
Sin embargo, hay un tipo de persona distinta y es como la tierra fértil, escucha la Palabra y la comprende, esta dispuesta y produce fruto abundante.
ATESORAR LA PALABRA EN EL CORAZON
Jesús vino a nosotros a sembrar la semilla de la Palabra de Dios y la vino a colocar en nuestro corazón.
En efecto, el mejor lugar para recibir la Palabra es el corazón, ¿tenemos otra opción para atesorarla?, ese en ese lugar donde habita el amor, es allí donde Jesús nos quiere depositar sus enseñanzas, y si no tenemos disposición a recibirla en ese lugar, es cuando el maligno la arrebata.
Pero tampoco se trata de tener una disposición aparente, superficial y con una actitud inconstante, porque con esa actitud, la Palabra no surtirá los efectos para lo cual fue recibida, la semilla no echará raíces y no dará frutos.
Las atenciones y cuidados excesivos por lo terrenal, las preocupaciones e intereses por las riquezas materiales, las ambiciones y el amor al placer, opuestas a las inquietudes del espíritu no dejan que aparezca la Palabra y la ahoga, esa son las zarzas o los espinos a las semillas.
Sin embargo cuando el corazón es bueno, limpio, sencillo y bien dispuesto, es cuando se comprende bien la Palabra, es como la tierra buena capaz de hacerla germinar y dar frutos en abundancia.
Jesús nos pide entender que oír la Palabra no es suficiente, esta además debe comprenderse para que sea fructífera.
Para que la semilla produzca muchos frutos, la tierra tiene que tener vitalidad para superar todos los inconvenientes que se dejaran caer en ella, es así como nosotros debemos estar bien preparados para que la Palabra produzca fuerza para que se multiplique.
Por esa razón es preciso que nos preocupemos de labrar la tierra de nuestro espíritu, para que pueda recibir la semilla, entonces nos debemos de entusiasmar con la lectura y la profundización de la Palabra de Dios.
Pero además, Jesús nos pide que nosotros seamos buenos sembradores, El espera que nos encarguemos de llevar la semilla evangélica a todo lugar, es decir que repartamos con generosidad la semilla. Dependerá de nosotros cuanto produzca 100, 60 o 30 por ciento de efectividad.
El Señor les Bendiga
Hermes Sarmiento G.
De Colombia
Cristiano católico .
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Con el mayor de mis respetos.Saludos, Dios los Bendiga. *
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