¿Qué es lo que realmente faculta a una persona para abrir su vida a otra y llegar hasta ella y amarla?
Antes de que podamos amar a alguien debemos haber tenido dos experiencias básicas en nuestra vida. En primer lugar, debemos haber experimentado amor proveniente de alguien y luego debemos amar. Pero ¿qué ocurre si crecemos sin haber experimentado el verdadero amor incondicional que es necesario para que nosotros empecemos a amar? ¿cómo podemos empezar a amar a los otros y a nosotros mismos cuando somos adultos? ¿Es posible o nos estamos engañando?
Descubrimos que es posible experimentar este amor incondicional… ¡proveniente de Jesucristo! Juan, llamado con frecuencia el apóstol del amor, lo explica así:
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (1 Juan 4:9-11,18, 19).
La facultad de amarnos a nosotros mismos y de amar a los demás es el resultado de que Dios haya venido hasta nosotros y nos haya amado primero. Cuando aceptamos el perdón y aceptación de Dios, hechos posibles por Jesucristo, sentimos Su amor.
Como Juan indica: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1 Juan 4:18).
Así pues, no tema. Deje que Dios le ame a Su manera, sin condiciones, sin perfeccionamientos por parte de usted para hacerse “digno” del amor de Dios. Si usted intenta “modelarse” para Dios y ser “digno de amor”, entonces practica con El el mismo juego que con los otros, especialmente con su cónyuge. Usted se ha fijado una medida de lo que cree amable, y cuando no alcanza esta medida, o es su cónyuge quien no lo consigue, se enfría, titubea o se enfurece. El miedo echa fuera, o suprime, el verdadero amor que usted quiere tener para usted y para los otros.