“¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la cosecha? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que cosecha. Yo os he enviado a cosechar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.” – Juan 4:35-38
Jesús nos enseña mucho acerca de predicar su Palabra. En este versículo siguiente podemos ver que Él nos enseña la necesidad de compasión a modo de ejemplo: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.” – Mateo 9:35-36
Cuando leemos las Escrituras podemos aprender de Jesús que ganar almas implica tanto la siembra y cosecha como en la agricultura, la siembra consiste en la preparación del suelo y la plantación de la semilla. Para ganar almas para Cristo, también incluye la preparación y la siembra. Los corazones deben estar preparados para recibir el evangelio. Este proceso implica tiempo, amor y paciencia. Asimismo, el proceso de la cosecha se trata de almas que han escuchado la Palabra y decidieron obedecer.
Tanto la siembra y cosecha son necesarias. Sin embargo, las dos no se realizan siempre por la misma persona. Podemos cosechar donde otros han sembrado. Justo como en el caso de Samaria, donde Jesús dijo: “Yo os he enviado a cosechar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.” – Juan 4:38
Jesús había hablado con la mujer en el pozo (Juan 4:4-26) y ella sabía que el Mesías había de venir y ahora lo había conocido. Regresó a la ciudad y dijo a otros acerca de Jesús y les dijo que vinieran a verle. (Juan 4:28-30)
Hay veces cuando le decimos a la gente acerca de Jesús y parecen “maduras”, dispuestos a recibir el Evangelio y requieren poco esfuerzo de nuestra parte. Esto es probablemente debido a la “siembra” que se produjo antes, cuando un amigo o miembro de la familia les había hablado acerca de Jesús y no respondieron entonces, y ahora están listos.
Debemos tener cuidado de no presumir cuando tenemos el privilegio de cosechar donde otros han sembrado. Sin embargo, podemos regocijarnos, por cosechar. ¡Es un momento emocionante para los trabajadores! Por otro lado podemos sembrar y otros cosecharán. Este fue el caso de Samaria. Jesús hizo la siembra, pero los discípulos iban a cosechar. La mujer también sembró y Jesús y Sus discípulos recogieron la cosecha.
Hay tiempos cuando mucha siembra está siendo hecha, vidas están siendo influenciadas por los piadosos ejemplos de otros cristianos, se enseña la Palabra de Dios, sin embargo, la cosecha no es disfrutada por aquellos que hacen la siembra, ya que pocos parecen responder a los esfuerzos que se realizan.
La cosecha a menudo viene después, pueden pasar años antes de que la Palabra dé fruto, podría ser mucho después de que se han ido. Cuando esto ocurre, no hay que desanimarse y debemos continuar alcanzando a los perdidos. Tenemos que recordar las palabras de Jesús: “Uno es el sembrador y otro el que cosecha.”
Él también dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” – Marcos 16:15. Como resultado, debemos influenciar las almas con el ejemplo y realizar que puede haber momentos en los que vemos pocos frutos de nuestros esfuerzos. Jeremías profetizó casi cincuenta años con poco éxito. Jesús y sus apóstoles tenían períodos en que pocos escuchaban, sin embargo, podemos estar tranquilos al saber que la Palabra de Dios nunca se siembra en vano. Llevará a cabo su propósito – “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” - Isaías 55:10-11. Y tiene el poder para salvar a aquellos que creen en ella – “Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al Judío primeramente y también al griego” – Romanos 1:16.
Dios sólo nos hace responsables de sembrar la semilla – “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.” – Ezequiel 3:17-19
Tenemos que recordar a “ser firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” – 1 Corintios 15:58. Porque el poder está en la semilla, no en el que planta o el que cosecha – “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” – Hebreos 4:12
Tenemos que seguir las instrucciones del Maestro como sus discípulos y necesitamos orar, porque “la cosecha es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la cosecha, que envíe obreros a su mies.” – Mateo 9:37-38