Si estoy apurado y preocupado por completar todo lo que tengo en mi lista, aminorar el paso puede parecer contraproducente. Sin embargo, hacerlo me calma y me ayuda a centrar la atención.
Hago una pausa de todo a mi alrededor y creo un espacio sagrado en mí. Al avanzar más conscientemente y respirar más profundamente, restablezco mi energía y reavivo mi alma —descanso en Dios.
Así como el espacio entre las notas musicales crea equilibrio y armonía, un momento de calma proporciona paz a mi alma. Me regocijo por el balance correcto entre hacer y ser. Cuando estoy listo para regresar a mis tareas, cumplo con mis obligaciones con eficiencia y entusiasmo.
El Señor es bueno; es un refugio en horas de angustia: protege a los que en él confían.—Nahúm 1:7