Cuando niño, quizás me aferraba a una cobija o juguete favoritos para sentir seguridad. A lo mejor temía que dejarlo ir cambiaría mi mundo. A medida que crecí y maduré, aprendí a dejar atrás esos objetos, dándome cuenta de que no los necesitaba para vivir confiadamente.
Hoy me pregunto: ¿Estoy apegado a algo que necesito liberar? ¿Una creencia o un hábito, una persona o un lugar? Al recordar mi resistencia a dejar ir los apegos de mi infancia, ¿hay algo que necesito soltar?
Al dejar ir la dependencia de la gente, los lugares o las cosas, me permito crecer. Abro mi vida a nuevas oportunidades. Guiado por el espíritu de Dios en mí, soy sano, estoy seguro y siento confianza.