La paciencia significa confiar en que todo se desenvuelve como debe —aun cuando los resultados parecen tomar más tiempo de lo esperado. Si equiparara la paciencia con ser pasivo, podría tratar de forzar un resultado para sentir que estoy progresando. Pero al igual que un agricultor no puede hacer que la cosecha crezca preocupándose o apurándose, yo tampoco tengo resultados beneficiosos inquietándome o actuando impulsivamente.
La paciencia tiene una energía silenciosa que restaura y fortalece. Niego poder a cualquier sentimiento de duda y, mientras espero, oro. Al vivir en el momento, cultivo una fe callada y paciente, y permanezco receptivo al bien que afirmo.
Fortalecidos … para que puedan soportarlo todo con mucha paciencia.—Colosenses 1:11
La meditación es una manera profunda y poderosa de vincularme con Dios. Gracias a ella, experimento unidad con todo lo que existe y permito que surjan los deseos más profundos de mi corazón.
Inicio la práctica de la meditación eligiendo una hora y un lugar callados. Me siento cómodamente. Cierro los ojos, coloco las palmas de las manos sobre mi regazo y respiro naturalmente.
Quizás contemple una idea espiritual o un versículo bíblico. Si mi atención divaga, la regreso suavemente a la idea o enfoco mi atención en mi respiración. Quieto y callado, me uno a la Fuente de mi ser. Concluyo con una afirmación o una oración, y estoy plenamente preparado para el día ante mí.
Mi boca hablará sabiduría, y el pensamiento de mi corazón inteligencia.—Salmo 49:3
Nada reemplaza el gozo del Espíritu, nada es más fuerte que la presencia divina moradora. El gozo es constante y está inmune a las circunstancias externas, otras personas o condiciones adversas. Sin embargo, si alguna vez me siento descorazonado porque las cosas no van como espero, dirijo mi atención al centro de mi ser.
Al acudir a mi interior, encuentro que el gozo nunca me ha abandonado. Soy amado. Soy fuerte. Soy uno con Dios en todo sentido. Mi sentimiento de gozo regresa cuando permito que mi conciencia se eleve hacia la presencia y el poder inmutables del Espíritu.
El gozo es tan natural para mí como respirar y sonreír, porque el Espíritu está conmigo y en mí todo el tiempo.
Te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría.—Hebreos 1:9