El Cristo morador es mi apoyo constante —mi fuente eterna de consuelo.
Dondequiera que estoy, está Dios. Esta frase de la “Oración de Protección” de James Dillet Freeman me recuerda que mi conciencia moradora —el Cristo— está más cerca que mis manos y pies. Esta presencia está siempre disponible para mí. Cuando miro los ojos llenos de paz de un bebé, éstos me recuerdan que el Espíritu está en cada uno de nosotros desde el comienzo.
Acudo a Dios en mí, ya desee guía o seguridad para tomar una decisión, consuelo por la pérdida de un ser querido o valor para emprender algo nuevo. Lo que sea que busque, el Cristo en mí lo proveerá. Cualquier ansiedad se disipa, y descanso en el Espíritu morador que siempre ha sido y será mi fuente perdurable de consuelo.
Porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha tenido compasión de él en su aflicción.—Isaías 49:13
Al concentrarme en el pensamiento “Dios y yo somos uno”, profundizo mi conciencia de unidad. Callado y alineado con el Espíritu, siento Su vibración y energía. Una presencia poderosa y silenciosa se aviva en mí, la cual puedo utilizar para crear, servir y lograr grandes cosas.
Bajo mis pensamientos cotidianos, un poder emergente crece en mí. Experimento esta presencia interna, primero como luz, elevación y paz; luego como un conocimiento profundo. En un lugar puro del ser, más allá del tiempo y el espacio, me doy cuenta de que el Espíritu y yo somos uno.
Mi estado natural es de unidad con Dios. Sólo tengo que aquietarme lo suficiente para darme cuenta de ello.
En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza.—Salmo 62:5
Al cambiar mi atención de las apariencias externas a mi corazón, me conecto con mi conciencia intuitiva. Ante cualquier desafío, determino centrarme en mi conocimiento interno. Suspendo cualquier juicio con respecto a los demás y abro mi mente a una comprensión mayor. Mi corazón sabe lo que necesito hacer.
Descanso y dejo ir juicios personales. En su lugar, pregunto: “¿Cuál es el mayor bien para todos? ¿Cuál es el mayor bien para mi desarrollo espiritual?” Dejo ir cualquier preocupación por las acciones y motivaciones de los demás y enfoco mi atención en lo que es mejor para mi alma y para todos. Con mi atención centrada en este conocimiento interno, soy guiado y estoy en paz.
Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído.—Salmo 119:66