Así como el otoño da paso al invierno y éste a la primavera, experimento cambios en mi vida que pueden influir la manera cómo percibo a los demás y a mí mismo. Sin embargo, no existe un cambio en mi edad o en mi vida que pueda alterar la Verdad: Gracias al espíritu de Dios en mí, no tengo edad y estoy libre de limitaciones.
Soy una expresión viviente del amor y la vida de Dios. Ya sea joven físicamente o joven de espíritu, recibo con alegría cada momento como una oportunidad para encontrar nuevas maneras de expresar mi naturaleza divina.
El amor de Dios en mí me apoya y me inspira a vivir gozosamente. Nazco de nuevo cada día. Estoy listo para seguir donde el Espíritu me guíe. No tengo edad y soy libre.
Sea bendito el nombre de Dios … porque suyos son el poder y la sabiduría.—Daniel 2:20
Al orar, me doy cuenta de mi unidad con el Espíritu y con todas las personas.
Muy a menudo quienes más necesitan amor no lo reciben porque buscan satisfacer sus necesidades por medio de maneras dolorosas o mal guiadas. Aunque es importante fijar límites claros alrededor de tales personas, todavía puedo orar por ellas.
Orar por quienes percibo como mis “enemigos” no es sólo beneficioso para ellos, sino también es invaluable para mi crecimiento y bienestar espirituales. Acojo la enseñanza de Jesús de “amen a sus enemigos” y oro por la paz y el bienestar de todo el mundo.
Al orar por quienes no parecen merecerlo, mi corazón rebosa de compasión y perdón profundos. Soy bendecido por esta comprensión de mi unidad con el Espíritu y con todas las personas.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos … y oren por quienes los persiguen.—Mateo 5:44
Soy un ser físico, espiritual y social. En mí existen cientos de partes que forman un todo. Mi esqueleto me sostiene. Mi corazón circula la sangre que ha sido oxigenada por mis pulmones. Mi cerebro vigila diferentes procesos. Cada parte de mi cuerpo tiene una función y un propósito específicos. Soy la suma de estas partes y éstas me permiten pensar, respirar, moverme y sentir.
La energía divina fluye por medio de mí, proveyéndome vitalidad. Sólo existe un ser como yo, soy una creación magnífica de Dios. Doy gracias por mi cuerpo y la manera sorprendente cómo trabaja sin que yo esté consciente de ello. Alabo mi cuerpo por su fortaleza, y doy gracias a Dios por haberme creado.
Te alabo porque tus obras son formidables, porque todo lo que haces es maravilloso. ¡De esto estoy plenamente convencido!—Salmo 139:14
Soy transformado gracias a la presencia crística en mí.
Hoy es Domingo de Pascua —un día para celebrar el espíritu, el alma y el cuerpo que resucitan como una conciencia crística de vida y salud. La Pascua de Resurrección ofrece a la humanidad los regalos de la esperanza y la renovación. Gracias a la presencia crística en mí, trasciendo pensamientos y hábitos limitantes. Permito que la presencia sanadora del Espíritu me restaure y me renueve en todo sentido.
Cada día soy creado de nuevo. Este sentido de renovación me ayuda a vivir partiendo de mi ser divino. Desisto de las creencias negativas que pueda haber adoptado en el pasado. Dejo atrás la oscuridad, la duda y las creencias falsas para entrar en la luz de la comprensión. ¡Soy radiante y estoy plenamente vivo! ¡Soy transformado gracias a la presencia crística en mí!