El espíritu de Dios mora en mí siempre. Consciente de ello, sé que nunca estoy solo, sin importar lo que suceda en mi vida. Mi conciencia de la Presencia divina, me ayuda a sentirme protegido dondequiera que esté, sin importar lo que esté pasando a mi alrededor.
Sé que nada en mi mundo exterior tiene el poder de hacerme daño a nivel espiritual. Cuando me siento inseguro, visualizo que una burbuja protectora me resguarda con amor y paz. En mi sendero por la vida, un manto de protección divina me envuelve. El amor divino me da la fortaleza para superar cualquier situación que se presente. Estoy a salvo, envuelto en la protección de Dios que mora en mí.