Bueno, hay tantas Cuaresmas como cristianos. Porque cada uno nos la guisamos a nuestro gusto y estilo. Y nos olvidamos que Jesús comienza la Cuaresma en medio de la oscuridad de la tentación. Una tentación que, de alguna manera, marca y señala nuestras propias tentaciones. El Evangelio de Marcos apenas hace sino señalar que “dejándose tentar por Satanás”, porque para Marcos lo fuerte está en que la tentación está en la línea del Bautismo de Jesús y por eso insiste en que “el Espíritu empujó a Jesús al desierto”.
Nuestra Cuaresma debiera estar marcada por tres líneas que no son nada nuevas, pero son siempre actuales. Oración, ayuno y limosna.
La oración como base para poder interiorizar el misterio que celebramos: nuestro propio éxodo camino de la Pascua. El camino del desierto no se puede hacer con pajaritos en la cabeza sino con la seriedad de quien quiere salir de sus propias esclavitudes y busca la libertad perdida.
El ayuno. No como un gesto de penitencia, sino como una manera de compartir algo de lo nuestro con los demás. El privarnos de algo para que, los que no tienen tengan algo. No se trata del ayuno estético para adelgazar y conservar la línea, ni del ayuno amarrete que no come para tener más para el día siguiente, sino del ayuno que significa privarme de lo mío para compartirlo con los demás.
Chesterton escribía que muchos cristianos pedían ayuda a los “industriales y a los zoólogos o a los biólogos”.
A los industriales, les pedían que fabricaran unas enormes agujas para que pudieran pasar por ella todos los camellos.
A los biólogos, les pedían que lograsen una raza de camellos tan pequeños que pudieran pasar el ojo de la aguja.
Como ven, cada uno vemos las cosas como nos conviene, porque sencillamente nos cuesta meterle el diente al Evangelio.
La limosna. Para ello la Cuaresma tiene que ser una Cuaresma marcada por dos elementos básicos y fundamentales del cristiano:
En primer lugar descubrir al otro, al hermano, al prójimo, con todas sus necesidades y problemas.
Y en segundo lugar, la limosna como la capacidad de privarnos de algo para compartirlo con el otro, el hermano, el prójimo.
Si la Cuaresma está marcada por la idea del Exodo, la salida de la esclavitud y el camino hacia la tierra de la libertad, entonces la Cuaresma ha de ser como una especie de Exodo personal y comunitario: la salida de nosotros mismos, de nuestros egoísmos y el camino hacia el hermano, el prójimo, el otro.
Y la limosna es la expresión de ese Exodo, porque es la manera de sacar las cosas del “egoísmo del tener” para llevarlas a la libertad de la liberación del otro que sufre.
Pero ello con la mirada puesta lejos, en el horizonte de la Pascua que es el final del éxodo, donde:
la muerte se hace vida,
donde el egoísmo se hace amor
donde el otro se hace hermano.
La Cuaresma como “peregrinación por el desierto de las necesidades, camino de los pobres y necesitados”. Pero tenemos que ser sinceros. No valen las trampas con el Señor.
Doy de lo que ya no me sirve o doy de lo que ya no necesito.
La limosna tiene que dolernos un poco.
Tiene que ser una “operación del bolsillo”, una “cirugía de nuestra billetera”.
Y esto tenemos que hacerlo sin más anestesia que el amor que nos hace peregrinos hacia los pobres.
Salir de nosotros mismos camino hacia los demás.
Sacar la mano del bolsillo y extenderla hacia el hermano necesitado.
Se puede salir de uno mismo pero sin dirección alguna.
Aquí, este salir tiene una meta como la tiene toda peregrinación: nuestra meta tiene que ser el otro, el hermano.
Un salir de nosotros para lograr algo fundamental que es el “encuentro”.
Porque no se trata de tirarle en el sombrero unos centavos que nos estorban en el bolsillo, sino encontrarnos con él como persona,
Y que este encuentro personal con el otro pueda llevarnos a todos al encuentro Pascual con el Otro que es Jesús resucitado.
Oración
Señor: comenzamos un nuevo camino hacia la Pascua.
Tú comenzaste tu camino hacia el anuncio del Reino empujado al desierto.
A nosotros que el Espíritu nos empuje también hacia el hermano, el necesitado.
Que nos envíe hacia el que no tiene pan.
Que nos envíe hacia aquel que sufre soledad.
Que nos envíe hacia aquel que las luchas interiores de su espíritu.
Que empuje a peregrinar por las arenas de la vida hacia el jardín de tu Pascua.