Con los ojos del corazón...
Por Claudio Valerio
Cuántas veces al ver una rosa me he detenido a pensar en su forma, en su
olor, en la suavidad de sus pétalos; en la perfección de su estructura.
Y me pregunto qué tendría en mente su Creador, al momento de crear tanta
perfección. ¿Sólo para deleitar el corazón del ser humano?. O, tal, ¡vez para
adornar la tierra?.
Pero estas son preguntas a las que no le encuentro respuesta alguna. Sin
embargo, ahi permanecen y cada vez que ante mi tengo una de ellas. La
disfruto, la palpo, la siento; pero no en mis manos, ni en mi piel. Es con los ojos del corazón que lo hago; con esos ojos que perciben su hermosura, con
esos ojos capaces de tocar, de saborear, de escudriñar con los cinco
sentidos los misterios del mundo. Porque lo que percibe el corazón, no lo
perciben los otros sentidos.
Entonces... Esa rosa me conquista y me toma, porque los ojos del corazón la
hacen suya.
Y como una rosa, perfecta en su forma, perfecta en su olor y en su tacto,
perfecta en su capacidad para sublimizar el instante, así son los ojos del
corazón; porque con ellos he aprendido a detectar el amor, a percibir la
envidia, a palpar y sufrir por el odio y la traición. Y son ellos los que me han dicho... ¡Detente!. Son ellos los que me han mostrado
esa isla lejana, donde habita el bien; son ellos los que me han aconsejado
la senda a seguir. Y así, muchas veces, terco en mi sentir, haya equivocado el
camino.
Es así, y ahora estoy convencido de ello: En esos ojos, los del corazón, se resume la verdadera esencia del ser humano.