NOSOTROS
Nosotros. Oh, no ha sido nada fácil el amor para mí. O mejor dicho, como afirma mi amigo Jorge M. "A nosotros, el amor nos cuesta tanto…".
Nosotros.
Qué nudo apretado esa palabra cuando involucra a dos.
Cuánta arena desparramada cuando se refiere a muchos que están aquí y allá…
Podría contarte mi vida de los últimos tiempos: ¿Qué hay en ella? Un ojo de cerradura por el que quiero espiar el futuro.
Miro, pero no veo nada.
Del otro lado está oscuro.
O está vacío, que es casi lo mismo.
Hablo frente al espejo, frente a un rostro conocido y cansado, frente a un rostro desolado, frente a un rostro lavado, frente a un rostro recién maquillado, frente a una mujer que me ha acompañado permanentemente, que a veces reconozco y amo y a veces es una desconocida y me abruma con su pesar.
Cada mañana el día abre sus pétalos azules, me parece que perfuma, que algo maravilloso sucederá.
Cada mañana… y a la noche la flor está marchita.
No has llamado.
No has escrito.
No has venido.
Me pregunto si pensaste en mí.
Si has recordado.
Si has pronunciado mi nombre.
Me pregunto cuáles fueron tus pasos, adónde te llevaron, de qué manera sencilla y poderosa te alejaron de mí.
Qué música escuchaste.
Qué problemas tuviste, cómo los solucionaste, tú que eres experto en solucionarles los problemas a todos.
En qué rincón de tu corazón estoy… tan escondida, tan puesta allí por esa seguridad absoluta que tienes en mi amor.
Dime… ¿qué harías si supieras que otro me ronda, me insiste, que se preocupa por mí?
¿Qué harías si supieras que la soledad se ha vuelto un fruto tan pesado que puede quebrar la rama y caer en otras manos que no sean las tuyas?
¿Te conmoverías?
¿Sentirías celos?
Tontas expectativas las mías. Vanas.
Invenciones de mujer desesperada.
Jamás se cruzarían por tu mente esos pensamientos.
Y si se cruzaran los barrerías como el otoño barre con la brisa las hojas de oro envejecido que pierden los robles.
Hombre introvertido y omnipotente, ¿cómo puedo creer que tengas debilidades humanas?
Nada rompe tu armadura.
Nada llega hasta el fondo de tu fondo, cerrado con mil candados.
Nunca le diste a nadie ninguna de tus llaves, y las has escondido tan bien, que ni tú mismo podrías hallarlas.
He buscado los caminos: directos, trabajosos, peligrosos.
He buscado atajos: saltando precipicios, sorteando obstáculos que parecieran insalvables.
He buscado las sendas que me lleven hasta ese escondite de tu corazón. Las he transitado… Pero nunca llegué.
Cuando no me interceptas con un desierto infinito, me detienes con un dragón de siete cabezas echando fuego por sus siete bocas, furioso.
Me interceptas, me detienes.
¿Qué defiendes, dime?
Yo no voy a atarte, ni a atacarte, ni a hacerte daño.
Simplemente me arrimo para andar a tu lado, para que tomes mi mano cuando la necesites y a veces también, sólo a veces, no siempre, tomes mi mano cuando yo lo necesite.
¿Es demasiado?
Dime:
¡Pero por favor, dime!
¿Es tanto?
Si me hubieras conocido hace años, nada me hubiese alcanzado.
Pero tantas angustias que he vivido me han enseñado a aceptar espacios y silencios.
Aprendí la cautela.
Aprendí la resignación.
Aprendí la espera.
No es que me guste, no, ni que lo entienda. Solamente, lo aprendí de memoria, como esas horribles lecciones que se aprenden para pasar el examen obligatorio.
Y tú…
¿Qué aprendiste?
¿Aprendiste esa cómoda posición de esperar que un milagro te brinde las respuestas… que Dios en persona se aparezca ante ti para decirte lo que debes hacer?
¿Alguna vez sufriste por amor?
Pero pregunto si sufriste de sufrir, con la mente y con las tripas, las veinticuatro horas del día de corrido sin parar, sin descanso, sin calmantes, puro infierno nomás… Eso pregunto.
¿Sabes lo que es?
¿Tienes alguna idea?
No, no la tienes.
No puedes imaginarte lo que es.
Se trata de una experiencia intrasmisible, intransferible.
Nosotros.
Qué bella palabra si nos encerrara a ti y a mí.
A ti, tan entero y sin huellas.
A mí, tan quebrada y dolida.
A ti, que el amor te ha sido concedido como una gracia.
A mí, que el amor me ha costado y tanto.
Nosotros.
Si de veras no quieres perderme, como me dices cada vez que te propongo un adiós definitivo, hazme creer que esa palabra al menos nos circundará como un anillo, aunque las separaciones sean más largas que los encuentros y los encuentros tengan la textura áspera de una inminente separación…
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