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Olvidaré al invierno, que se atreve
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a desplegar en campos y ciudades
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su monótona túnica de nieve;
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y en tristes, lúgubres oscuridades
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envuelve los paisajes de la mente,
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anestesiándolos en soledades.
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Le olvidaré para mirar de frente
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el arco del exótico trineo
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y su efusivo auriga sonriente.
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Sueños de niños elevarse veo
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de cada chimenea, en espirales
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con el humo, en inquieto balanceo,
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enviando inequívocas señales
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de la curiosidad adormecida
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cansada de esperar tras los cristales.
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Y tú y yo esperaremos su venida
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tendidos en el suelo, junto al fuego,
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el alma en flor, la piel estremecida,
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redescubriendo sin cesar el juego
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que encadena sentido y sentimiento,
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y enlaza el arrebato y el sosiego.
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Tropezará sobre la calle el viento,
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en el hogar crepitará la llama,
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y sobre tí caerá mi atrevimiento,
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cálida catarata que derrama
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suavidades con tintes de locura
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y que en cualquier lugar te hará una cama.
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Moldearán mis manos tu escultura,
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me besarás, recibirás mi beso,
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y dormiré abrazado a tu cintura,
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soñando en un viaje sin regreso,
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por un camino azul de fantasía,
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donde he dejado ya tu nombre impreso.
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Y al despertarnos el albor del día
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veremos que está el árbol navideño
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engalanado con la sinfonía
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de colores que vimos en el sueño.