HIMNO AL AMOR
Si yo tuviera en mí todas las emisoras,
los tableros de rock del mundo entero,
los altares, cátedras y los parlamentos todos,
pero no tuviera Amor,
yo sería sólo ruido... ruido en el ruido.
Si yo tuviera el don de adivinar,
el don de llenar los estadios y de hacer curas milagrosas
y una supuesta fe, capaz de transportar cualquier montaña,
pero no tuviera Amor,
yo sólo sería... un circo religioso.
Si yo distribuyera en cesta de navidad
y en propalados gestos caritativos los bienes que gané -
¿bien, mal, quién sabe, quién no sabe?-
y hasta fuera capaz de dar mi salud en primas y eficacias,
pero no tuviera Amor,
yo sólo sería... imagen entre imágenes.
Paciente es el Amor y disponible,
como un regazo materno.
No tiene envidia
ni se vanagloria.
No busca el interés como los bancos.
Sabe ser gratuito y solidario, como la mesa de la Pascua.
No pacta nunca con la injusticia, ¡nunca!
Hace fiesta de la Verdad.
Sabe esperar,
forzando impertinente las puertas del futuro.
El Amor no pasará,
aun cuando pase todo lo que no es él.
En la tarde de esta vida, nos juzgará el Amor.
Niña es la ciencia y gatea apenas;
niña es la ley, juguete el dogma;
el Amor ya tiene la edad sin edad de Dios.
Ahora es un espejo la luz que contemplamos;
un día será el Rostro, cara a cara.
¡Veremos y amaremos como Él nos ve y nos ama!
Ahora son las tres:
la fe, que es noche oscura;
la pequeña esperanza, tan tenaz;
y él, el Amor, que es el mayor.
Un día, para siempre, más allá de la noche
y de la espera,
será sólo el Amor.
Pedro Casaldáliga