Los esclavos del siglo XX son muy diferentes a los de los «negreros».No recogen el algodón en grandes plantaciones, ni sufren grilletes visibles,ni son vendidos en plazas públicas. La nueva esclavitud tiene en la actualidad otras caras. No es un fenómeno individual, sino un fenómeno social que persiste y afecta a determinados grupos de población, en determinados países, con determinadas políticas.
Explotación infantil, servidumbre por deudas, explotación sexual de mujeres y niños, redes de prostitución, países que soportan un alto índice de deuda externa o niños soldados son algunos ejemplos de nuevas formas de esclavitud.
Hace unos siglos, nacer en el continente africano y ser negro suponía un serio peligro de esclavitud. Muchos eran comprados y forzados a viajar a Estados Unidos, donde serían utilizados como esclavos en plantaciones. Hoy día, las formas modernas de esclavitud son muy distintas. Las caras de este drama y de esta intolerable injusticia de nuestros días son variadas y complejas.
Explotación laboral en condiciones laborales injustas, trabajo infantil, servidumbre por deudas, explotación sexual de mujeres y niños, redes de prostitución, países que soportan un alto índice de deuda externa o niños soldados son algunos ejemplos de estas nuevas formas de esclavitud que han aflorado en nuestro siglo. Personas, como tú y como yo, reducidas a meros objetos de intercambio, y excluídas de cualquier marco jurídico. Su dignidad, que toda persona posee, ha sido pisoteada y no pueden decidir sobre sus propios destinos. Son capturadas por redes o grupos establecidos que fijan su valor en la medida en que sirven a unos determinados intereses.
La esclavitud y la trata de esclavos fue prohibida hace ya 150 años en Francia. Pues bien, actualmente existen más personas en condiciones de esclavitud que en toda la Historia. Según Naciones Unidas, 250 millones. Desde la India a Tailandia, desde Brasil a Sudán, seres humanos viven como esclavos o en condiciones de esclavitud.
La educación, un fortalecimiento de determinadas organizaciones, una mayor información, la denuncia de estos deplorables casos, un cambio de las leyes para garantizar la igualdad y protección jurídica de las personas, y una defensa jurídica ante las injustas leyes que soportan estos oprimidos se perfilan como algunos de los frentes en los que poder trabajar para combatir esta dramática situación.
CAMPESINOS SIN TIERRA
Muchos colonos y campesinos sin tierra, en algunos municipios de Brasil, se ven obligados a trabajar al servicio de hacenderos, en horribles condiciones de trabajo. El patrón se encarga de adelantar los gastos de viajes y conseguirles un lugar donde dormir. Con el sueldo que reciben nunca serán capaces de pagar la deuda inicial adquirida, que cada vez se incrementa más, con adelantos para gastos de comida y de ropa. ¡Ay de quien se atreva a intentar huir de esta situación! Será blanco seguro de amenazas, o incluso de castigos, a manos de grupos paramilitares contratados por los terratenientes. Son campesinos sin tierra que trabajan en régimen de servidumbre para los grandes propietarios.
LOS ESCLAVOS DEL SUDÁN
Otro ejemplo, quizá más conocido: Sudán. Es un complejo país de 31 millones de habitantes, compuesto por un conjunto de etnias, religiones y lenguas, donde la convivencia se complica entre una población en su gran mayoría musulmana, y sólo en un 15 por ciento cristiana. Según el Departamento de Estado norteamericano, hay más de 90.000 personas esclavas de alguna de las tribus árabes del país. Otras fuentes más fiables incluso hablan de 300.000 personas. Estos esclavos son comprados y vendidos en unos modernos mercados de esclavos. En 1989, una mujer o un niño de la tribu Dinka costaban 90 dólares. Varios meses después, el precio cayó hasta los 15 dólares, ya que la oferta era muy superior. Se les obliga a cambiar su religión, y a convertirse al Islam. Les cambian sus nombres por otros árabes, y son forzados a hablar una lengua que no conocen.
Cada primavera, época de sequía en el sur del país, las milicias asaltan las aldeas. Muchos hombres mueren. Antes de irse a otra aldea, se llevan el botín: niños, mujeres y ganado. Son secuestrados y llevados al norte, donde les obligan a trabajar en las grandes haciendas. Cada año son miles los niños y niñas esclavizados. En los llamados campos de paz son instruídos como soldados. Muchos son los que creen que el mismo Gobierno de ese país alienta y consiente esta esclavitud para así debilitar a la guerrilla del sur e imponer la religión musulmana. Su actitud ante el comercio de esclavos es de una pasividad permisiva. Este país es víctima también de una guerra que lo ha destrozado, causando más de dos millones de muertos.
La organización humanitaria Christian Solidarity International lleva, desde 1995, comprando esclavos para liberarlos, pagando 50 dólares por cada uno. Hasta ahora han podido rescatar a 11.000 esclavos. Por su parte, la Orden de los Trinitarios, surgida hace 800 años para la liberación de los cautivos, está creando una institución para el rescate de esclavos en Sudán, y ponerse al servicio de todos aquellos que viven en la esclavitud y sufren persecuciones a causa de su fe, en especial lo cristianos.
INMIGRANTES DESAMPARADOS
Los procesos de globalización económica, el traslado de industrias y de empresas a países con costes y legislaciones laborales más permisivas, la precariedad del empleo y la sobreabundancia de mano de obra, provocada por los más de 800 millones de desempleados, han desencadenado un aumento de la explotación laboral de mujeres, inmigrantes y gente pobre en muchas zonas del mundo. En la República Dominicana, muchos haitianos son forzados a trabajar de 12 a 14 horas en las duras plantaciones de caña de azúcar.
Muchos trabajadores inmigrantes se encuentran en otros países sin documentación alguna. A menudo, no tienen otra salida que trabajar ilegalmente y bajo cualquier condición ante la permanente amenaza de la repatriación. Parecía que la revolución industrial ya había pasado, pero hoy son muchas las mujeres que trabajan en empresas de mano de obra intensiva, sobre todo en el sector textil y del calzado, con jornadas de 14 horas, sin descanso, y recibiendo un ridículo sueldo. Estas fábricas de empresas subcontratadas por transnacionales están instaladas en algunos países de Extremo Oriente, y sus productos son made in Taiwan, Vietnam, Filipinas o Camboya.
La explotación infantil alcanza, sobre todo en Asia, sus índices más altos. En países como India, China, Pakistán o Bangladesh, decenas de millones de niños se ven forzados a ser mano de obra en trabajos muy duros o de especial peligrosidad física, como en el sector de la minería, las plantaciones, el textil, por no hablar de la prostitución. Son miles los niños y jóvenes que mueren cada año por accidentes en puestos de trabajo propios de adultos. Es significativo el constraste en la India, donde hay 50 millones de adultos en paro y 60 millones de niños trabajadores. Estos niños no pueden jugar o ir a la escuela, ya que sus familias carecen de los medios elementales de supervivencia; a su vez viven en países empobrecidos, sin servicios básicos de educación y salud.
Algunas de las formas más extendidas de explotación infantil son especialmente intolerables, por su naturaleza. Los daños físicos y psicológicos afectarán seriamente al desarrollo del menor. Una forma típica de supervivencia de los niños de la calle es pedir dinero que ayude también a su familia, escasa de recursos. El trabajo doméstico está a menudo unido al trabajo servil. Es una de las formas de explotación mas difícil de detectar, al desarrollarse en el ámbito privado.
Una de las formas de esclavitud moderna más extendida y abominable es la prostitución forzada y la explotación y tráfico sexual de mujeres y niños. La llamada industria del sexo mueve grandes cantidades de dinero. El tráfico de prostitutas, el turismo sexual, las redes de inmigración ilegal que acaban en la prostitución en los países del norte, la venta de artículos por internet, revistas o videos son algunos ejemplos de esta deplorable esclavitud. Todo esto supone para algunos países unas muy importantes fuentes de ingresos.
En Tailandia, los ingresos derivados de la prostitución equivalen al 60 por ciento del presupuesto nacional. Estas mujeres y niñas provienen de las zonas más pobres de Tailandia y son introducidas, de forma sistemática, en los centros de prostitución de Bangkok y en las zonas turísticas de la costa. Muchas son entregadas por sus familias para saldar viejas deudas. Asia es uno de los continentes con mayor índice de prostitución infantil. Se estima que en Tailandia hay más de medio millón de niños que trabajan en la prostitución, así como en China.
Pero no hay que ir hasta Tailandia. En los centros de prostitución de las ciudades y carreteras de nuestro propio país, hay triste prueba de este degradante mercado.
INDEFENSOS
En algunos países es tradicional que los matrimonios sean acordados por los familiares a cambio de una entrega de dinero o contraprestación económica. El marido llega en ocasiones a maltratar a su mujer hasta que la dote acordada no sea totalmente satisfecha. En la India, un gran número de mujeres fallecen víctimas de las quemaduras por queroseno en accidentes caseros.
Al igual que sucede con los niños, otro caso de esclavitud es el hecho de que muchos adultos se vean forzados o sean secuestrados para alistarse en ejércitos regulares, guerrillas, grupos paramilitares u otras fuerzas armadas de oposición. Son personas que, contra su voluntad, e indefensos ante tal ilegalidad, tienen que combatir en conflictos armados. En países como Argelia, Filipinas, Indonesia, India, Sierra Leona, Etiopía y muchos más, los niños son reclutados con el fin de participar en conflictos armados.
ESCLAVAS INVISIBLES
Son esclavas invisibles, pero cada día mujeres y niñas mueren como consecuencia de diversas formas de discriminación y violencia a causa de su sexo. Son más que las que mueren por cualquier otro tipo de abuso de los derechos humanos. La situación se agrava cuando a esto hay que sumar otros factores de discriminación, como la pobreza.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la pobreza tiene rostro de mujer: De los 1.300 millones de personas que viven en la pobreza absoluta la mayoría está constituida por mujeres. La creciente pobreza de las mujeres se ha atribuido a su desigual situación en el mercado laboral, la forma en que se la trata en el sistema de bienestar social y su condición y falta de poder en la familia.
La educación juega un papel muy importante, pero no suficiente. En estos países, es necesario que puedan decidir sobre sí mismas, que haya una serie de garantías legales, hábitos sociales y dinero.
El Concilio Vaticano II habla sobre la dignidad del trabajo humano en su Constitución Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual: Es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente. La remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común. Es, sin embargo, demasiado frecuente también hoy día que los trabajadores resulten en cierto modo esclavos de su trabajo. Lo cual de ningún modo está justificado por las llamadas leyes económicas.
Entre todas estas complejas formas de esclavitud, encontramos también las servidumbres por deudas familiares. Estas familias tienen que recurrir a la venta de personas, sobre todo de niños, hasta que la deuda no sea saldada; algo a menudo imposible, ya que son deudas heredadas de generación en generación.
En el origen de la esclavitud de nuestros días aparecen situaciones de pobreza, injusticia, desigualdades, falta de oportunidades. Además, la violencia y la guerra las agravan o alimentan.
Algunos pasos concretos y realistas que podrían llevarse a cabo tendrían que empezar por la universalización de la educación primaria. Por no hablar de la condonación de la eterna deuda externa, o de una legislación que persiga el turismo sexual o el reclutamiento de menores de 18 años. Es necesario un aumento de los fondos de cooperación, destinados a un desarrollo humano y sostenible, y la promulgación de leyes, a nivel internacional, que limiten y regulen los trabajos de menores de 18 años. Muchas empresas deberían comprometerse a no aceptar entre sus empleados a menores.
Si se quiere erradicar la esclavitud, se deberá trabajar, luchar y colocar en el centro de nuestro orden social, económico y cultural el principio de la dignidad inviolable de todo ser humano, en la búsqueda de un sistema económico y social que haga realidad el derecho a una vida digna para todos.
Benjamín R. Manzanares
Fuente:archimadrid.es
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