Me seduce el suspiro cuando viene pausado.
Cuando viene de dentro
de un interior soleado por el rojo carmín de
un corazón abonado de amor.
Me seducen caricias ligeras cual plumas
suaves descendiendo
de manos cálidas, alumbradas por luces
de bonanza, provenientes
de seres endulzados por néctares azucarados y jugosos.
Y sabios…
Me seducen la risa ufana, cuya hermana sonrisa
se le anticipa barriendo barros y cenizas,
puliendo suelos hasta fertilizarlos para sembrar
gratos instantes.
Me seducen los besos variopintos y hermosos,
pero los buenos. Los que visten mi esencia
de vestido frugal, haciendo que mi cuerpo
vuele hacia mundos felices, donde la fiesta
es a diario y miles de vuelos se unen, acunados
por labios proclives a airearse dichosos.
Tan ricos!
Me seducen miradas que rasgan el viento,
las que llegan profundas haciéndose volcán
en la cúspide de mi corazón. Las que ciñen mi
cintura acompañando este cuerpo hacia
abismos calurosos en extremo, y aún así,
soportables y ansiados.
Y las otras…
Me seduce seducirme.
Perderme en el astuto instante de
dejarme seducir por aquello que
se me presenta breve pero eterno,
ligero, intenso, suave, delicado o abrupto,
y tantas cosas más capaces de enajenarme;
de trastocar ese órgano enrojecido
situado en el centro mismo de mi existencia.
Ese, que seducion , aflana el camino hasta
llegar a mi alma .
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