La divina sensibilidad es aquella energía que en lenguaje esotérico es llamada el Cristo.
Es ese sentimiento excelso que le permite al padre amar a sus hijos desde antes de nacer.
Es la sensibilidad la que permite que aquella persona huraña acaricie con cariño a su perro o
a sus animales. Es la divina sensibilidad la que permite que aquellos que aman sus
plantas y las cuidan con esmero, les ayuden a crecer
maravillosas, llenas de hojas, de flores, de frutos.
Es la divina sensibilidad la que nos lleva en un momento de admiración y de contemplación
hacia la naturaleza a solazarnos en un amanecer, en la salida o en la puesta del Sol,
en el viento que atraviesa el campo y que refresca nuestro rostro. Es la divina sensibilidad
la que nos extasía al escuchar con armonía el sonido cristalino del riachuelo
corriendo a través de las piedras. Es la sensibilidad la que nos llena de expectación
, de armonía y de espiritualidad cuando observamos el
movimiento de las olas hasta romper en las rocas.
Es la sensibilidad amor, bondad, ternura y estética. Es ella la que permitió que los
grandes maestros de la pintura dejaran las obras maravillosas que solazan nuestros
sentidos. Es esa divina energía del Cristo Cósmico la que eclosionó en el corazón del
Señor Jesús llevándolo a la magnitud y grandeza que mostró. Fue el cultivo de
esa energía la que llevó a los escultores en la legendaria Grecia a labrar la roca y
mostrarle al mundo la maravilla del cuerpo humano idealizado
en un Apolo broncíneo o en una Venus de Milo.
El poder maravilloso de la sensibilidad que es Amor Universal, permitió que los grandes
maestros de la música dejaran las melodías extraordinarias que
ellos lograban percibir en su meditación cuando escuchaban
la música celestial y de las esferas.
¿Por qué se ha perdido esa capacidad? ¿Por qué no existen en la actualidad seres de la
talla de Mozart, Haydn, Beethoven, Miguel Angel Buonarroti o Leonardo d´Vinci?
Porque la humanidad se halla inmersa en la emoción y la mente racional, porque
nos han enseñado que tenemos únicamente que confiar en aquello que nuestros
sentidos nos puedan enseñar; no se permite que la intuición y que la divina
estética puedan exteriorizarse para ir arrancando los misterios de la naturaleza
a través del poder maravilloso de la imaginación.
Imaginación y fuerza interior es lo que al ser humano le ayuda en su
perfeccionamiento espiritual. Quien imagina, logra contemplar aquello
que aún no ha sido creado en el mundo tridimensional, porque al imaginar puede
ver internamente lo que será su creación. Si a la imaginación se le une
la belleza de una vida interior espiritualizada, dirigida con la conciencia y
dignificada con el amor, entonces este ser humano será magnífico.
Es justamente esa fuerza interna que los Rosacruces llaman el Verbo interior
la que debe dirigir nuestras vidas y en puridad de verdad así sucede.
Cuando decimos que estamos pensando, no es pensar, es un hablar,
un parloteo interno permanente.
Ocupamos la mayor parte del tiempo en pensar el hombre acerca de la mujer
y ella, en pensar, imaginar, hablarse internamente acerca del varón. Ese
es el misterio de la naturaleza, ese es el milagro de la Vida que
aún no logramos entrever del todo.
¿Cómo podrían reencarnar los grandes maestros de la música, del arte, de
las ciencias? Solamente cuando a través del amor una pareja se acerca
físicamente a rendirle tributo a la Divinidad a través de ese poder maravilloso
que se llama el Fuego de la Vida, el Logos espermático, en ese momento Egos de
gran evolución pueden renacer para darle al mundo dignidad y grandeza.
Pero desafortunadamente esa sublime tradición se ha perdido. Los hijos se
engendran generalmente por accidente; entonces, ¿qué se puede esperar de
ellos? Cuando la fecundación se realiza in vitro se pueden engendrar seres sanos
por supuesto, pero Egos de magnitud incalculable, genios de la raza, prohombres
de la humanidad no pueden renacer porque hizo falta lo principal, la comunión
sensoconsciente con el Alma del Mundo, con Dios, con la Vida cósmica a través del amor.
Cuando los enamorados se adoran, se aman, se miran con cariño a los ojos, cogen
sus manos con espiritualidad. Qué divino cuadro cuando se logra admirar
clarividentemente a una pareja de adolescentes que aún no han sido manchados
por la fuerza del instinto psicosexual. En ese momento son sacerdotes del Altísimo,
comulgando con el Alma del Mundo, con Dios, lo que progresivamente los estará
perfeccionando, divinizando, sutilizando, elevando.
¿Por qué fue Grecia tan grande, por qué despertó tanto el sentido del arte
y de la estética? Justamente porque le enseñaron al ser humano a rendirle culto
a la otra polaridad de la existencia. En las olimpíadas los varones se
presentaban desnudos para que las mujeres admiraran el sentido estético de la belleza viril.
¿Por qué se tallaban y colocaban Venus de Milo a la vera de los caminos y
en los templos? Justamente para que los hombres pudieran admirar el
sentido estético maravilloso de lo que es la Divinidad, Dios, el Alma del Mundo
en cuerpo de mujer. Y ¿por qué los Apolos broncíneos también se encontraban
en los templos y centros de instrucción en Grecia? Para que las damas
admirando la belleza de lo masculino, pudieran imaginar que el hijo de sus
entrañas fuera así de noble, digno, elegante y bello.
Por eso se dice que no existe ni ha existido físicamente otra raza tan
perfecta y bella como la griega. Aún hoy en día, cuando se visita Grecia,
logra uno admirarse de la belleza de sus mujeres y de la virilidad y porte de
sus varones; aún queda algo de ese arquetipo maravilloso que existió en
legendarias épocas para que la humanidad se perfeccionara, enseñando
el culto a la Verdad, a la Belleza y al Bien.