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TODOS LOS DÍAS NACE EL SEÑOR
(Una historia sobre cómo el misterio de la Navidad
emblandece el corazón humano)
El pueblo de Israel esperaba al Mesías
que Dios había prometido por medio los profetas,
que vendría a liberarlos de la opresión e Isaías lo describe así:
"El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande,
los que vivían tierra de sombras,
una luz brilló sobre ellos... Porque un niño
nos ha nacido, un hijo se nos ha dado.
Estará el señorío sobre su hombro,
y se llamará su nombre 'Maravilla de Consejero',
'Dios Fuerte', 'Siempre Padre', 'Príncipe de Paz'.
Grande es su señorío y la paz no tendrá fin
sobre el trono de David y sobre su reino,
para restaurarlo y considerarlo por la equidad
y la justicia" (Is 9,1.5-6).
Esperaban, pues, un guerrero,
un rey fuerte y poderoso que pueda guiar
un gran ejército y llevarlos a la liberación.
El ángel se lo anuncia así a José:
"José, Hijo de David, no temas tomar contigo
a María tu mujer porque lo engendrado en ella
es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo,
y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo
de sus pecados" (Mt 1,20-21).
Mateo añade: "Todo esto sucedió para que
se cumpliese el oráculo del Señor por medio
del profeta: Ved que la Virgen concebirá
y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre
Emmanuel, que traducido significa
'Dios con nosotros'" (Mt 1,22-23).
José y María fueron a censarse a Belén.
"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí,
se le cumplieron los días del alumbramiento,
y dio a luz a su hijo primogénito,
le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre,
porque no tenían sitio en el alojamiento.
Había en la misma comarca unos pastores,
que dormían al raso y vigilaban por turno
durante la noche su rebaño.
Se les presentó el Ángel del Señor,
y la gloria del Señor los envolvió en su luz;
y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio
una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un salvador, que es el Cristo Señor;
y esto os servirá de señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre.
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud
del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:
Gloria a Dios en las alturas y en la tierra
paz a los hombres de buena voluntad" (Lc 2,6-14).
Como siempre Jesús es desconcertante,
nos desconcierta porque nos saca de toda
lógica humana, porque su actuar se basa
en el amor y siendo de condición divina
se despojó de su rango para compartir
nuestra condición humana; lo esperaban
como rico y nació en la pobreza;
esperaban un guerrero y sus armas fueron
el perdón y la paz; su revolución se hizo
por medio del amor y el signo de su triunfo
está en el madero de la cruz.
Dios se hizo hombre, para que aquel que vive
en tinieblas y sombras de muerte pueda vivir
en la luz; para que aquel que vive en pecado
se levante y experimentando la misericordia
del Señor viva en la gracia; para que aquel
que se siente solo y abatido, sepa que tiene
a alguien a su lado; para que aquel que sufre
y llora, tenga consuelo; para que aquel que pasa
por la injusticia y la violencia, experimente la paz;
"Dios se hizo hombre, para que el hombre
se haga Dios" (San Agustín).
Si para esto ha venido el Señor, podemos decir
que todos los días nace el Señor, en aquellos
corazones que se abren para recibirlo como si
fueran unos pesebres, en aquellos corazones
que llenos de gozo no solo cantan sino
que dan gloria a Dios con sus obras y se esfuerzan
por mantener la paz entre los hombres.
Todos los días nace el Señor, en aquellos hogares
que son comunidades de vida y amor,
donde los esposos y padres e hijos se esfuerzan
por comprenderse y amarse
Todos los días nace el Señor, en aquellas
personas que en los campos, en las fábricas,
en las oficinas, van cumpliendo con su labor
cotidiana, si egoísmos ni envidias,
solo pensando que con su trabajo contribuyen
al bienestar de la sociedad.
Todos los días nace el Señor, en aquellos hospitales
donde el personal tiene que luchar contra
la enfermedad y la muerte, y ponen todo su
conocimiento y esfuerzo al servicio de la vida.
Todos los días nace el Señor, en los medios
de comunicación que nos transmiten
la verdad sin manipulaciones y sus programas
nos culturizan.
Todos los días nace el Señor, en las escuelas
donde los maestros educan y van formando
no solo con la palabra sino también con el ejemplo.
Todos los días nace el Señor, en aquellas
autoridades que con honestidad buscan la justicia,
el desarrollo y las paz para sus pueblos.
Todos los días nace el Señor, en aquellas personas
que consagran su vida a Dios y a la Iglesia
y viven con fidelidad su compromiso,
sirviendo a Cristo en sus hermanos.
Todos los días nace el Señor en mi corazón.
Compartiò Graciela Baquerizo Adum
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